RestauradaMuestra

QUEBRADA

Esa es la palabra que mejor define lo que yo sentía cuando estaba atravesando el proceso de divorcio.

Todo se vino abajo.

Para mí, se quebraron los sueños, la idea del matrimonio, el deseo de ser una pareja que sirviera al Señor, el anhelo de tener mi propia familia, las finanzas y la capacidad de confiar.

Si alguien me hubiese hecho una radiografía del alma, la hubiese encontrado hecha pedazos.

Hay momentos en los que parece que esos pedazos nunca más van a repararse, están esparcidos por todos lados y han herido otras relaciones también. Esos pedazos lastiman, no tienen sentido; y pareciera que debemos aprender a vivir así, con la vida quebrada.

Pero Dios es ese Padre Amoroso que se toma el tiempo de recoger los pedazos y aunque puede parecernos que tarda, Él se ocupa de reparar e incluso hacer todo nuevo en nosotras (Is. 43:19).

El quebrantamiento es la plataforma perfecta para que el Señor muestre Su poder y Su capacidad de restaurar (Sal. 147:3). Es allí, cuando no eres capaz de juntar los trozos de tu vida, que Cristo muestra por qué es Creador (Col. 1:16) y Restituidor (Sal. 71:20-21).

Acostumbro a escribir en diferentes cuadernos mis oraciones más especiales. Y, cuando vuelvo a leer lo que le decía al Señor en el año en que me divorcié, no puedo más que alabarle. Pues, todos aquellos trozos que me quedaron, no han sido desperdiciados en Sus manos.

Así que, si te sientes quebrada, hoy escribo para gritarle a tu alma que Dios no ha acabado Su obra (Fil. 1:6) y hará algo con esos pedazos que el divorcio ha dejado. Tu vida no estará así para siempre, el Señor es experto en darnos nuevas razones para celebrar y promete que volverá a llenar nuestras bocas con muchas risas (Job 8:21).

Padre, te ofrezco los trozos de mi vida para que los restaures. Permíteme experimentar la sanidad y restitución que solo Tú puedes hacer. Dame esperanza acerca del futuro y enséñame a confiar en que eres experto en hacer cosas nuevas con las vidas quebradas. Te amo, Señor. Amén.