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IDENTIDAD

Por muchos años fui la soltera cristiana que estaba esperando al “hombre indicado” para casarse. Durante todo ese tiempo, yo quería ser esposa y posteriormente, mamá; pero Dios no se apuraba a responder.

Siempre establecí mi identidad respecto al matrimonio y esto fue algo que Dios me reveló en mi proceso de sanidad. No es sorpresa entonces que no utilicé filtro alguno para decir SÍ a la primera persona que quiso una relación seria conmigo. ¡Ahí venía el que me daría identidad!

Ahora lo veo claro: pequé por años arraigando mi identidad en lo que el matrimonio o un esposo pudieran darme. Mi identidad nunca había estado en Cristo.

Es normal sentirse perdida durante una separación o un divorcio. Hasta se nos quita un apellido, tenemos que cambiar todos nuestros documentos de identificación, editar nuestras redes sociales y aprender a vivir solas de nuevo.

Sin embargo, en este proceso, el Señor nos llama constantemente a Su Palabra y a encontrar nuestra identidad en Él. Ser Su hija es suficiente. Su paternidad no se termina. Fuimos elegidas y amadas desde antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4-5). Nuestro valor fue comprado en la cruz a precio de sangre (1 Cor. 6:20).

No necesitas un apellido o un hombre a tu lado, para ser amada. Él nunca se irá (Heb. 13:5), nunca te maltratará, nunca te fallará (Is. 49:15), eres Suya para siempre (Is. 43:1).

Y tú, ¿quién eres? No dejes que el estado civil te defina. ¡ERES LA HIJA AMADA DEL SEÑOR!

Padre Celestial, gracias por Tu amor y aceptación. Gracias porque no tengo que buscar ser amada en otras fuentes fuera de Ti. Ayúdame a arraigar mi identidad en Ti. Ayúdame a creer que eres el Todo Suficiente. Ayúdame a confiar en Tus promesas. Gracias porque nunca me dejarás y siempre seré Tu hija amada. Amén.