RestauradaMuestra

PREGUNTAS SIN RESPUESTA

¿Por qué dejaste que me casara? ¿Por qué no lo cambiaste? ¿Por qué no pensó en nuestros hijos? ¿Por qué la prefirió a ella? ¿Por qué no interviniste? ¿Por qué no escuchaste mi oración?

Estas son solo algunas de las preguntas que las personas divorciadas nos hemos hecho en algún momento. Yo luché mucho tratando de entender la razón por la que el Señor no intervino y evitó que me casara, pues conozco casos donde sí lo hizo. Pensaba que, si Él es soberano, pudo hacer algo para arruinar mis planes de boda y alejarme de esa persona.

Con el tiempo y a medida fui conociendo más de Dios y Su Palabra, entendí que habrá situaciones relacionadas a nuestros matrimonios fallidos que nunca vamos a comprender. Así de simple. Él tiene todas las respuestas, pero no siempre nos las compartirá (Sal. 147:5).

Ahora, gracias a la misericordia del Señor tengo claro que, en Su infinita sabiduría, Él decidió que ese era el camino que yo debía transitar para conocerlo verdaderamente y para amar la gracia (Job 42:5). Ese dolor y fracaso le hicieron bien a mi alma (Heb. 12:11), pues me llevaron a rendirme por completo a Él y a cambiar muchas cosas de mi vida.

Por lo que puedo afirmar que, aunque Él ha escuchado cada pregunta que le hice, lo que necesitaba saber para mi proceso de sanidad, Él ya me lo mostró y eso es suficiente.

Así que, puedes ir con toda confianza ante el trono de la gracia (Heb. 4:16) y externar todas tus preguntas en oración, pero al mismo tiempo, ve con una actitud de humildad y rendición; deja que Él te muestre lo que necesitas saber y confía que aquellas respuestas que no lleguen, no necesitas conocerlas.

Lee detenidamente esta porción del Salmo 73:

“Cuando pensaba, tratando de entender esto, fue difícil para mí, hasta que entré en el santuario de Dios; entonces comprendí el fin de ellos…

Cuando mi corazón se llenó de amargura, y en mi interior sentía punzadas, entonces era yo torpe y sin entendimiento...

Sin embargo, yo siempre estoy contigo; tú me has tomado de la mano derecha. Con tu consejo me guiarás, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Fuera de ti, nada deseo en la tierra.

Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre" (vv. 16-17, 21-26).

Que, como ocurrió con el Salmista, el Señor sea la respuesta, que Su presencia sea suficiente para ti.

Señor, confío en Ti. Gracias por escuchar todas mis preguntas; entiendo que, aunque no conozco todas las respuestas, Tú sí. Enséñame a descansar en Tu voluntad que siempre es buena, agradable y perfecta. Amén.