Una fruta de temporadaMuestra

Paz

La "paz interior" es un estado de calma interna y autoaceptación. Si la tienes, puedes trascender los arrepentimientos pasados y las preocupaciones futuras. No te molesta el comportamiento de los demás.

Pero hay una trampa. La paz interior tiene que venir de, bien, adentro. Requiere un gran dominio de uno mismo. Después de todo, ¿qué "Zen den" es tan profunda que el arrepentimiento y el miedo no puedan salir? Podemos entrenar nuestras mentes y atar nuestra negatividad, pero no importa cuán fuerte sea nuestra voluntad, no podemos controlarlas siempre. La paz interior tiene límites.

¡Si tan solo nuestros errores pudieran ser arrancados del libro principal, para nunca volver a levantar sus voces acusadoras! Ojalá, en lugar de la mera aceptación de esos errores, hubiera un pago por ellos. Si tan solo tuviéramos una voz exterior, no una interior, recordándonos regularmente y con gran autoridad, que la paz es nuestra. Ojalá esa paz fuera tan formidable que el miedo ya no pudiera acechar nuestros corazones y la culpa ya no pudiera mantener nuestras mentes como rehenes. ¿No te aturdiría eso el cerebro?

Hay tal paz. Fue forjada por Jesús en el horno del Viernes Santo. Floreció en Su tumba vacía el domingo de Pascua. Perfeccionada por el Espíritu Santo cada vez que escuchamos la promesa de perdón de Dios. Hace guardia en nuestros corazones y mentes para que el miedo y la culpa no puedan entrar. No es paz interior. Es una paz asombrosa.

"Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús" (Filipenses 4:7).