La esperanza es una persona Muestra

Manteniendo la esperanza viva

Imaginemos a Pablo sentado en una celda oscura de prisión, mirando a través de los barrotes a los guardias romanos vestidos con el uniforme de su tiempo. En Efesios 6, se describe una lista completa de protección espiritual, paralela a la armadura del soldado.

“¡Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo!”.

Aunque todas las partes son extremadamente importantes, en mi opinión, el “yelmo de la salvación” que se menciona en el versículo 17 es fundamental en esta batalla. El casco protege nuestra mente, que es el centro de control de nuestros sentimientos, actitudes, emociones y elecciones, de aceptar los abundantes pensamientos de ataque lanzados por nuestro enemigo. Sin activar esta fuerte protección permitiremos que nuestros sentimientos y emociones guíen nuestras actitudes y elecciones. Necesitamos concientizar cuando nuestra esperanza está bajo ataque para tomar nuestro yelmo de salvación y ponérnoslo.

Jesús, al ofrecer Su vida a cambio de la nuestra, ganó nuestra salvación y es nuestra redención de la muerte eterna y el puente a nuestro Padre Dios. Él nos compró a un gran precio y ahora le pertenecemos. A menudo olvidamos que Jesús venció la muerte, asegurándonos una esperanza que nunca termina. Vivir desde este regalo es la mayor protección contra el enemigo que quiere robar nuestra esperanza y matar nuestra fe. La salvación ganada para nosotros define no solo nuestra herencia sino también nuestra identidad. Este casco nos protege de pensamientos errantes porque los alinea con nuestra salvación mientras recordamos quiénes somos y lo que Él nos ha dado.

Cada esperanza que tenemos solo puede estar fundada en nuestra “esperanza de salvación” porque Jesús es la Esperanza de nuestra salvación. Su rescate de la muerte no es una promesa “después de que la vida haya terminado”. La vida abundante, la fe en Él, es una promesa que comienza ahora mismo. La esperanza en Él mantiene viva nuestra fe mientras elegimos definir nuestras expectativas por Su carácter: Su honradez, fidelidad y amor por nosotros.

Incluso si el hilo de nuestra esperanza es delgado y está deshilachado y nuestros sueños y expectativas se han ido, ¡no es demasiado tarde! Necesitamos aferrarnos fuertemente a algo más firme que nuestros pensamientos de decepción, algo más allá de lo que es visible. Jesús es nuestro sustento seguro y nos lleva al ancla del amor de Dios. La esperanza permanecerá viva cuando elijamos agarrarnos a Él con ambas manos porque Su esperanza nos sostiene incluso cuando nuestras vidas cambian, nuestra “normalidad” se rompe y nuestras expectativas no se cumplen.

Lamentamos nuestras pérdidas mientras miramos hacia adelante con esperanza. Adelante es un buen lugar para mirar porque Jesús ya está allí, esperando con nuevas misericordias y abundante gracia para la próxima temporada. Él nos invita: “Ven, sígueme”.

Cuando usamos nuestra salvación para confiar en que Dios tiene nuestro mañana, encontraremos la confianza para enfrentar el hoy. Y cuando tomemos nuestro último aliento de este lado del Paraíso, nuestro próximo aliento será en Su gloriosa presencia. ¡Él es nuestra Esperanza!

La esperanza es la práctica de creer que Dios te llevará de aquí... hasta allá. La esperanza en Él va más allá de las desilusiones de hoy y ofrece una esperanza confiada en las posibilidades del mañana porque la Esperanza es una Persona.

“Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo”

‭‭Romanos‬ ‭15:13‬ NVI.

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