EL REY

El Rey llegaba, el Príncipe de Paz también, Salvador del Mundo, Emanuel, Hijo del Hombre, Hijo de Dios, Esperanza de Israel, la Estrella Resplandeciente de la Mañana acudía voluntariamente a su sacrificio por todo el mundo. ¿Sacrificio? Sí, tal como se lee.

Este rey no es como otros, este rey es un ser diferente que llega al mundo de una manera extraña, naciendo en un pesebre en una familia humilde. Entonces, ¿Qué clase de rey es este? Es alguien diferente, a quien los parámetros sociales no pueden contener. Las normas que el ser humano intenta establecer no alcanzan. Él rompe con todos nuestros paradigmas. Él no pretende ser servido sino servir a los demás. No busca mostrar su grandeza en su castillo fuerte, sino que prefiere estar con la gente humilde y almorzar en sus casas simples. Este rey se llama Jesús.

Los cuatro Evangelios se unen por primera vez desde la alimentación de los cinco mil para relatar el evento de la entrada de Jesús en Jerusalén. Este hecho indica la importancia del acontecimiento que algunos llamaron “la entrada triunfal” y otros “la entrada real”. La descripción del evento señala la entrada de un Rey de Paz más que la de un conquistador triunfal. En todo caso, es un acto claramente mesiánico realizado en un momento sumamente dramático.

Jesús es la muestra más grande de amor pues irrumpe de manera dramática en la vida de una comunidad desanimada y desesperanzada para volver a darles vida. El proceso no será sencillo, resultará confuso y obscuro. Pero, claramente fue necesario para que hoy, cada uno de nosotros, pueda ver hacia adelante y tener al alcance una esperanza que valió la vida de un hijo por la entrega voluntaria de un Padre.

Este Rey llamado Jesús entró de manera triunfal a Jerusalén montado en un burro, vestido de la manera más simple y sin grandes músicos delante de Él. No lo custodiaba su guardia real sino que era alentado por todos sus seguidores a quienes consideraba amigos: personas sanadas física, espiritual, moral y socialmente.

En esa multitud podríamos haber estado tú y yo. A pesar de la condición en la que nos encontremos cuando llegamos a Jesús, Él nos acepta tal como estamos para darnos la posibilidad de comenzar de nuevo y tener esperanza de vida.

Meditemos sobre estas palabras de Jesús: “…Mi propósito es darles una vida plena y abundante. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida en sacrificio por las ovejas…” (Juan. 10:10-11).

El Rey vino en tu búsqueda.