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Caer y morir como la semillaMuestra

Caer y morir como la semilla

DÍA 2 DE 7

"Abraza el dolor, abraza la muerte"

Es indudable que el sacrificio de Jesús es el sello que marca el caminar de todos nosotros que en Él creemos y quienes, por Su redención, hoy podemos llamarnos salvos, perdonados e hijos de Dios.

No puede ser posible que el cristiano huya del proceso de transformación y regeneración que debe sufrir para poder ser santificado conforme al carácter y la semejanza de Jesús.

Un hijo de Dios abraza el dolor, abraza la muerte que debe sufrir a su "yo", a su viejo hombre, a su naturaleza caída y pecaminosa. Un hijo de Dios no huye del procesamiento que el Alfarero ejerce en él para hacerlo como aquella vasija de uso útil y honorable para glorificar el Nombre de su Padre, a través del dolor y de la muerte que debe padecer su carne.

El mejor momento de gloria que, como hijos de Dios, podemos experimentar es aquel en el que nuestra carne está padeciendo dolor, sufrimiento y muerte; porque de esta manera, vamos a asumir la postura y el estatus que nos lleva a la estatura de Jesucristo: la postura y el estatus de rendición ante el Padre, el sometimiento absoluto y en humildad hacia Su Palabra y voluntad.

Aunque duela, abraza el dolor, abraza la muerte; no huyas del sufrimiento que traerá consigo la gloria que te llevará a experimentar el sacrificio de Jesús en ti para que cada día puedas resucitar a la vida que Él también te concedió a través de Su resurrección. Siempre he resaltado que la mejor condición en la que podemos estar delante de Dios es aquella que nos somete en mansedumbre y humillación ante Su presencia, ante Su verdad y Su Señorío.

Sufrir y morir es necesario; es vital para vivir la vida que Jesús impartió en nosotros cuando murió y fue resucitado por el Padre. No hay otra forma para renovarnos. Es a través del sacrificio y la resurrección de Jesús, lo que hará que en nosotros se forje Su carácter. Él abrazó el dolor y la muerte, Él abrazó la voluntad del Padre, no huyó, no se acobardó, obedeció. Aunque fue doloroso para Él, Él se entregó y no porque Él necesitara ese sacrificio, Él no murió por sus pecados, Él no pecó; Él murió por nosotros aún siendo pecadores e inmerecedores de Su sacrificio. Por amor al Padre, se hizo obediente, se hizo maldito por nosotros los malditos, y por Su sacrificio, fuimos libres de maldición. ¿Cómo entonces pretender dar por menos Su sacrificio y no rendirnos a la muerte de nuestra carne, cuando traerá consigo gloria y alabanza a su Nombre; la mejor ofrenda, el único sacrificio que en su poder podemos ofrecer y la mejor forma de agradar a nuestro Padre?

Día 1Día 3

Acerca de este Plan

Caer y morir como la semilla

La realidad de todo cristiano es la muerte que tiene que sufrir día a día, hasta el último día de su existencia en este mundo; para poder cumplirse en él, el propósito de vida en Cristo Jesús. Como la semilla, debemos ca...

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Nos gustaría agradecer a Marysela Ocampo O. por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://facebook.com/confiadosenJesucristo

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