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La bendición de orarMuestra

La bendición de orar

DÍA 5 DE 6

Siempre bien recibidos

No siempre es fácil escuchar a los demás. Hay personas a las que escuchamos hablar con mucho gusto y nos complace tener un tiempo para compartir con ellas. No obstante, hay otras personas que no son tan afines a nosotros y que generalmente nos dejan con una sensación de “sin sazón”, si es que se puede decir tal expresión.

Pensemos ahora en Dios, porque tal vez tengamos nosotros la idea de que es más placentero para Él escuchar más a unos que a otros. ¿Han escuchado ustedes la expresión: "Quiero que ores al Señor por tal situación porque yo sé que Dios a ti te escucha"? Para empezar, yo creo que eso es tener una impresión negativa de nuestro Dios. Es como si Dios dijera: "Ah qué bueno que ahí viene fulanito, vamos a escucharle bien a ver qué tiene que decirme". Pero por otro lado, qué tal si pensáramos que Dios dijera: "Ah, qué malo, mira quién viene a hablarme; ojalá termine pronto".

Lo que acabo de decir es un disparate, un cuadro totalmente incorrecto de nuestro amante Padre celestial. Cuando Jesús abrió el camino para que, por la fe en su obra redentora, nosotros pudiéramos llegar al trono de la gracia del Altísimo, nos dio a todos la bienaventuranza de poder hablar directamente con Dios. Nuestra oración sube delante de su presencia como incienso. Nuestras lágrimas y nuestros ruegos no suben etiquetados delante de la presencia del Señor. No hay oraciones catalogadas de acuerdo a la persona que las hace.

¿Qué quiero decirte? Que vayas ante su presencia seguro/a de que el Señor te oye. No dejes que nada ni nadie, y mucho menos el diablo, te haga pensar que tu oración no es apreciada en el cielo. Todo lo contrario, Dios se regocija de que vayamos a Él con corazones contritos y humillados, con alegría en el alma, con la poca o mucha fe que tengamos. Él entiende; sabe de nuestras debilidades, de nuestros errores, de las pocas o muchas ganas que tenemos de orar.

Hubo un momento en medio de su terrible prueba, en el que Job dijo con un grito del alma: “¡Quién me diera quién me oyese!” (Job 31:35). Aunque esto pasó hace más de dos mil años, ¿no te dan de deseos decirle a Job "Dios te escucha, Él te ve, Él sabe, Él te conoce, Él te librará, te honrará y te bendecirá"? Nosotros tenemos quién nos oiga; Él también lo tenía. Nuestro Padre amante siempre tiene espacio para nosotros, Su oído se inclina para escucharnos a ti y a mí.

No por nuestros méritos porque no tenemos ninguno, pero por su gran amor con que nos ha amado. Él se complace en que vayamos ante su trono en oración, con muchas o pocas palabras, con alabanzas o con dolor. No midamos nuestra oración por quiénes somos, midamos nuestra oración por quién es Dios.




Escrituras

Día 4Día 6

Acerca de este Plan

La bendición de orar

Dios nos ha dado y nos da innumerables bendiciones. Una de ellas es la bendición de poder hablar con Él. A pesar de saber cuán importante es ir delante de Dios en oración, es una de las áreas con las que más tenemos que ...

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Nos gustaría agradecer a Grettchen Figueroa por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://facebook.com/GrettchenStage

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