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Incendiario: 6 Días De Devocional Para ArderMuestra

Incendiario: 6 Días De Devocional Para Arder

DÍA 2 DE 6




Entonces, Jesús reunió a sus discípulos y les dijo algo que ninguno de ellos quería escuchar.

«Os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya, porque si no me fuera, el Consolador [Espíritu Santo] no vendría a vosotros, más si me fuere, os lo enviaré». [c]

Ahora, imagina conmigo ese momento. Haz el esfuerzo por unos instan­tes de ponerte en la piel de aquellos discípulos que escucharon a Jesús hacer esta afirmación y siente el impacto que sus palabras pudieron provocar en sus corazones, tan ligados emocionalmente a su maestro.

Imagina que eres uno de esos hombres o mujeres, que duran­te tres años siguió a Jesús de cerca. Muy de cerca. Tan cerca que bebiste vino de la misma copa que él y sentiste su mano mojada cuando te dio su pañuelo para que secases tu sudor mientras caminabais juntos bajo el sol, por los caminos polvorientos de Israel. Compartiste la comida con él a la sombra de una higuera y lo escuchaste hablar sobre los misterios del reino de Dios, mientras agarraba unos higos maduros y los saboreaba con entusiasmo, ensuciándose la barba. Le oíste reír muchas veces y también le oíste llorar, porque él no escondía sus sentimientos de ti, los dejaba fluir y te salpicaban el alma. Siempre te hacía sentir cerca, pero cuando lo veías predicar con autoridad frente a una gran multitud, pronunciando sermones tan impactantes que nadie podía olvidar, te temblaban las piernas porque sabías que estabas contemplando a un hombre sin igual. Sabías que estabas frente a alguien de otro mundo. Le viste hacer milagros sorprendentes, sanar a hombres a quienes se les caía la piel a trozos y desafiar las leyes de la natura­leza, deteniendo una tormenta feroz con un susurro de su voz. Estu­viste con él el día que confrontó a una legión de demonios. Eso fue realmente épico, pero, honestamente, te puso más tenso cuando insultó en su misma cara a la élite religiosa, llamándolos víboras, saqueadores de viudas y tumbas bonitas. Se te hizo un nudo en la garganta cuando invitó a cenar a un grupo de prostitutas, borrachos y gente de mala fama, que terminaron llorando mientras le abraza­ban y le daban las gracias. Se te erizó la piel y no sabías ni adónde mirar cuando se inclinó frente a ti, te quitó las sandalias y te lavó los pies.

Viste, oíste y sentiste todo eso.

Y eras consciente de tu privilegio.

Sabías que estabas viviendo un momento único en la historia.

Estabas cerca, muy cerca, cerquísima de aquel que los profetas predijeron que sería Dios envuelto en sangre, piel y huesos huma­nos. Dios encarnado, caminando contigo.

Entonces, inesperadamente, Jesús te llama.

—Tengo una buena noticia para ti —te dice con una sonrisa— me voy.

—¡¿Cómo que te vas?! —exclamas con indignación.

—¡Eso no es una buena noticia!

—Querido… —te contesta suavemente, mientras pone su mano en tu hombro y te mira con esos ojos llenos de luz.

—Es mejor para ti que me vaya a la presencia del Padre, por­que, cuando esté allí, podré enviarte al Espíritu Santo y su compa­ñía te conviene más que la mía.

—Jesús, pero no lo entiendo... —le dices llorando, mientras lo abrazas desesperadamente, como aquel que se aferra a su salva­vidas en medio del océano.

—¿Quién puede convenirme más que tú? ¿Quién puede ser mejor compañía que tú? Por favor, no te vayas nunca.

—Sé que todavía no lo entiendes —te contesta.

—Pero pronto os enviaré a los confines de la tierra para anunciar el Evangelio, algunos de vosotros iréis al norte, otros al sur, también al este y al oeste, y, mientras esté en este mundo, mi presencia estará limitada por esta carne, limitada en tiempo y en espacio. Os esparciré por el mundo entero como el sembra­dor esparce la semilla en el campo, para que cada uno cumpla su propósito y dé mucho fruto, y la única manera de que pueda estar con cada uno de vosotros es a través del Espíritu Santo. Créeme, esta es la única manera de seguir estando cerca, muy cerca, cerquísima.

Ahora, sé honesto. ¿Crees que hubieses podido entender esta afir­mación de Jesús? ¡Claro que no! De hecho, es probable que le hubie­ses abrazado con más fuerza durante varios minutos, en un intento desesperado por evitar que se marchara.

A Jesús, sus discípulos le entendieron mucho después. Concre­tamente, después de Pentecostés, cuando Jesús cumplió su pro­mesa y les envió el Espíritu Santo. Fue entonces cuando compren­dieron que el Espíritu Santo «en ellos» les convenía más que la presencia física de Jesús «con ellos». ¿Por qué? Porque Jesús con ellos era Dios en carne humana, limitado en tiempo y en espacio, pero el Espíritu Santo era Dios en ellos, en cualquier momento y en cualquier lugar.

Por esa razón, incluso si hoy en día Jesús estuviese en forma humana sobre la tierra, nos convendría más el Espíritu Santo en nosotros.

¡Piénsalo! Si quisieras disfrutar de la compañía de Jesús tendrías que ir donde él está. Probablemente, tendrías que emprender un lar­go viaje en avión hasta Israel y después alquilar un coche para llegar del aeropuerto a la casa donde se hospeda. Pero claro, tú no serías la única persona que querría estar con él, por lo que tendrías que espe­rar tu turno en la fila. Supongamos que hay un millón de personas antes que tú que también desean encontrarse con Jesús y que Jesús se compromete a dedicar un minuto a cada una de ellas en exclusiva. Como Jesús estaría limitado por su humanidad, necesitaría dedicar 8 horas para dormir y al menos 2 horas para sus necesidades perso­nales. Eso le dejaría 14 horas activas para atender a la fila. Aunque Jesús fuese muy eficaz en su atención, ¿sabes cuánto tiempo ten­drías que esperar para tener 60 segundos de exclusividad con Dios? ¡3 años! Tres años de espera para lograr un minuto de Su compañía.

Sin embargo, el otro día, en mi habitación, me desperté angustiado a las cuatro de la mañana a causa de una pesadilla, y ¿sabes quién estaba ahí conmigo? El Espíritu Santo.

En otra ocasión, me senté a estudiar la Biblia y ¿sabes quién estaba a mi lado para ayudarme a comprender lo que leía? El Espíritu Santo.

Otra jornada me disponía a enfrentarme a un desafío demasiado grande para mí, que me causaba un gran temor y ¿sabes quién me susurró «no temas, yo estoy contigo»? El Espíritu Santo.

Probablemente, como yo, hayas fantaseado con la idea de haber sido uno de los discípulos de Jesús, caminando a su lado, escuchán­dole hablar y contemplando sus milagros. Quizá te has despertado muchas veces de tu ensoñación triste, al creer que esa posibilidad solo estuvo disponible para unos pocos, pero no para ti. Pero déjame preguntarte algo. ¿Y si el Espíritu Santo contigo es la invitación de Dios para que viváis vuestras propias experiencias juntos?

El Espíritu Santo es Dios contigo en exclusivo, es la compañía de Dios con disponibilidad absoluta para ti, en cualquier lugar, en cual­quier momento y en cualquier circunstancia.

¿No te resulta emocionante?

Dios tiene aun cosas que decir, milagros por hacer y citas transformadoras que quiere tener. Y te está invitando a estar cerca de Él. Muy cerca, cerquísima.

Escrituras

Día 1Día 3

Acerca de este Plan

Incendiario: 6 Días De Devocional Para Arder

Basado en el libro de Itiel Arroyo Incendiario, un diario interactivo que te guía a través de una experiencia transformadora con Dios durante 40 días. Este devocional de 6 días comenzará un incendio en tu alma para acaba...

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Nos gustaría agradecer a HarperCollins/Zondervan/Thomas Nelson por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.editorialhccp.com/r/libros-de-itiel-arroyo/

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