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Incendiario: 6 Días De Devocional Para ArderMuestra

Incendiario: 6 Días De Devocional Para Arder

DÍA 1 DE 6




En una de las cartas personales que aún conservamos del apóstol Pablo, podemos leer una oración que él hace por los cristianos.

«La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén». [2 Corintios 13:14]

Esta oración me resulta fascinante, porque, en tan solo unas pocas pala­bras, condensa toda la potencia de la Trinidad. Creo que esta bendición que dirige Pablo a la Iglesia resume las tres expresiones más intensas de cada miembro de la Trinidad, lo que yo llamo las «tres expresiones de Dios» que cada cristiano debe experimentar. De hecho, cuando Pablo hace esta oración, manifiesta su deseo explícito de que los cristianos disfrutemos completamente de estas tres expresiones de Dios. Es como si Pablo dijera: «Quiero que disfrutéis a Dios por completo, sin perderos nada». Esta era una de las obsesiones de Pablo, que los cristianos dis­frutemos de la plenitud de Dios.

Entonces, Pablo nombra estas tres expresiones de Dios. En pri­mer lugar, nombra el amor del Padre Celestial; en segundo lugar, nombra la gracia del Hijo Jesucristo; y, en tercer lugar, hace refe­rencia a la comunión con el Espíritu Santo. Estoy convencido de que cada una de estas tres expresiones son las más intensas de cada miembro de la Trinidad. Es decir, creo que la expresión más intensa del Padre es el amor y que la expresión más intensa de Jesús es la gracia. Entiéndeme bien, no afirmo que son sus únicas expresiones, pero me resultan las más intensas. No sé si estarás de acuerdo con­migo en que Dios Padre nos muestra su amor de múltiples maneras, y Dios Hijo realizó el acto de gracia más grandioso al sacrificarse por nosotros en la cruz. Sin duda, el amor destaca en el Padre y la gracia destaca en Jesús. Así lo creo. Y no exagero. Dicho esto, aquí viene el descubrimiento que transformó mi vida cristiana para siempre hace unos años.

Si la expresión más intensa del Padre es el amor y la expresión más inten­sa de Jesús es la gracia, según esta bendición pronunciada por Pablo, la expresión más intensa del Espíritu Santo es la comunión. En otras pala­bras, la expresión más intensa del Espíritu Santo es la relación.

Pablo no hace referencia al Espíritu Santo como una fuente de poder sobrenatural, sino como un ser relacional. No dice «disfrutad del poder», sino «disfrutad de la relación».

Pablo quería que experimentemos la plenitud de Dios, por eso me lo imagino diciendo con euforia: «Iglesia, deseo que el amor del Padre sea vuestra fuente primaria de identidad y que la gracia del Hijo os haga vivir seguros de vuestra salvación. Pero, recordad que, gracias a lo que Jesús hizo en la cruz, el Padre os ha dado al Espíritu Santo para que disfrutéis de una relación con él».

Tengo la sensación de que demasiados cristianos piensan que el gran regalo del Evangelio es ir al cielo cuando mueran, cuando, en realidad, el gran regalo del Evangelio es que aquel que estaba en el cielo vino a habitar en ellos ahora. El Espíritu Santo es Dios contigo ahora. Esta es la evidencia de que el gran deseo de Dios no es sola­mente ser nuestro salvavidas eterno, sino nuestro amigo íntimo.

Tristemente, con el paso de los años, me he dado cuenta de que para muchos cristianos les es sencillo disfrutar de las dos primeras expresiones de Dios, pero no así de la tercera. La mayoría perciben el amor del Padre, viven bajo la gracia del Hijo, pero ¿qué hay de la relación con el Espíritu Santo? Cristianos sinceros, que se esfuerzan por crecer en su identidad como hijos del Padre o como discípulos de Jesús, llegan al final de su vida absolutamente inconscientes de la posibilidad de estrechar una amistad con el Espíritu Santo.

Honestamente, he llegado a la conclusión de que esto se debe al incorrecto entendimiento de lo que el Espíritu Santo es. Por las funciones que el Espíritu realiza, muchas veces se le ha considera­do nada más que una fuerza ejecutiva de Dios, algo así como una energía divina que hace cosas. Como la electricidad.

Además, por cómo la gente describe sus experiencias con el Espíritu Santo, muchas veces parece que se refieren exactamente a eso, al con­tacto con una energía.

Yo mismo he descrito muchas veces la primera experiencia que tuve con el Espíritu Santo como el momento en el que fui sumer­gido en amor líquido. Yo era apenas un muchacho de trece años, tremendamente acomplejado a causa del bullying que experimen­taba en el colegio, y con un sentido de rechazo que me hacía estar sediento de amor. Pero aquel niñito que fui se encontró una noche con el Espíritu Santo. Fue inolvidable. Me encontraba en una noche de vigilia, en un campamento de jóvenes en la montaña. Lo recuerdo bien. Alguien tocando la guitarra, aquel grupito de chicos y chicas cantando a Dios bajo la luz de las estrellas y a mí en un rincón, arrodillado, sintiéndome el más insignificante del universo. Y, entonces, ocurrió. Sentí como si litros y litros y litros de amor líquido cayesen sobre mí, como si estuviera debajo de una casca­da. Es difícil de explicar, pero aquel niñito que anhelaba ser amado se encontró con el amor verdadero. Nunca podré olvidar esa sen­sación de ser sumergido en amor líquido, totalmente abrumado por lo que estaba sintiendo.

Y eso es a lo que me refiero.

A que la sensación abrumadora, tenga la forma que tenga, pue­de confundirnos, puede no dejarnos comprender su verdadera naturaleza. He oído a personas describir su experiencia con el Espíritu Santo como un hormigueo en las manos, como calor en el pecho o como frío en la espalda. Los he oído decir que es como una sensación eléctrica, una sensación de paz o una sensación de alegría. He oído de vibraciones, temblores y dolor en las entrañas. He oído de todo tipo de sensaciones en el cuerpo y en el alma, y no es de extrañar, porque hablamos del encuentro entre lo mortal y lo divino, hablamos de que lo sobrenatural entra en contacto con lo natural, por lo que es obvio que uno puede sentir cosas raras: llorar, reír, gritar, desvanecerse. Diría que es lo mínimo: reaccionar

¿Dios te toca y no sientes nada? Entonces debes ser de piedra.

Sentir es normal y no hay nada de malo en ello. Pero ¡cuidado!, por­que puede confundirte. Por lo que te hace sentir, es fácil equivocarse y pensar que el Espíritu Santo es eso, una simple sensación, expe­riencia o sentimiento. Pero no. Es mucho más que eso.

Además, para mayor confusión, en la Biblia se utilizan diferentes símbolos para describir al Espíritu Santo como el viento, el fuego, el agua y el aceite, y esto no nos ha ayudado a desmitificar al Espíritu Santo como «algo».

Por eso, espero que puedas llegar a entender esto que hace unos años revolucionó mi vida cristiana para siempre.

Al Espíritu Santo, puedes sentirlo sobre ti como sientes el vien­to, pero no es viento.

El Espíritu Santo te purifica como lo hace el fuego, pero no es fuego.

El Espíritu Santo sacia la sed de tu alma como lo hace el agua, pero no es agua.

El Espíritu Santo sana tus heridas como lo hace el aceite, pero no es aceite.

¿Por qué? porque el Espíritu Santo no es algo, es Alguien. Es el Alguien más impresionante del universo.

Él incubó la creación y la llenó de vida. Acompañó a los patriar­cas en su viaje a lo desconocido, y guio al pueblo de Israel por el desierto, dándoles sombra de día y calor de noche. Él empoderó a Elías, para hacer caer fuego del cielo en el monte Carmelo, y mostrar así la supremacía de Dios. Y les mostró el futuro a Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Él vino sobre Jesús en el Jordán, para equiparlo para la misión; y, finalmente, vino sobre la Iglesia en Pentecostés, para que sacudiésemos al mundo con el Evangelio.

El Espíritu Santo es nombrado en el primer capítulo de Génesis y en el último de Apocalipsis. Porque es el protagonista, pero si no le damos el protagonismo en nuestra historia es porque aún no hemos comprendido de qué se trata la historia.

Entiende bien esto, dedicar tu vida entera a conocerlo es la mejor inversión de tu tiempo, recursos y energía.

Él es tierno y peligroso.

Él es sorprendente y humilde.

Da a luz a los creyentes como una madre, los defiende del acusador como un abogado y los acompaña por el dolor como un amigo.

Él es Alguien. Por eso, no se evalúa, se sintetiza o se estudia como si fuese algo, hay que conocerlo. Podría nombrarte un millón de detalles sobre su fascinante personalidad, pero descubrir quién es él será la aventura de tu vida.

Porque, ¿puede haber algo más emocionante que conocer a Dios?.

Día 2

Acerca de este Plan

Incendiario: 6 Días De Devocional Para Arder

Basado en el libro de Itiel Arroyo Incendiario, un diario interactivo que te guía a través de una experiencia transformadora con Dios durante 40 días. Este devocional de 6 días comenzará un incendio en tu alma para acaba...

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Nos gustaría agradecer a HarperCollins/Zondervan/Thomas Nelson por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.editorialhccp.com/r/libros-de-itiel-arroyo/

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