ESPERANZA QUE NO DECEPCIONA

Por Shara Carara

"Los reyes te adoptarán como hijo y sus reinas serán tus nodrizas. Se postrarán ante ti rostro en tierra y lamerán el polvo que tú pises. Sabrás entonces que yo soy el Señor y que no quedarán avergonzados los que en mí confían".—Isaías 49:23 (NVI)

La nación elegida por Dios, Judá, se encontraba en una temporada de desánimo y empezó a dudar del cumplimiento del prometido "pacto con el pueblo para restaurar la tierra", mientras sufrían adversidades. "El Señor me ha abandonado, y mi Señor se ha olvidado de mí", fue su clamor al hundirse en sentimientos de desesperanza, reaccionando a las circunstancias que enfrentaban en lugar de aferrarse a la seguridad de la esperanza en el amor de su Dios. 

Pero fue en este momento que Dios les dio la promesa que leímos arriba... la de un futuro Redentor, el Mesías, Jesucristo que traería el mensaje de salvación y sería una luz para todas las naciones.

En medio del sufrimiento, es fácil sentir que has sido abandonado. El año en que mi hija estaba por ingresar a su primer año de universidad fue también el mismo año en que inesperadamente perdí mi trabajo. Al principio, tenía mucha esperanza en que el Señor proveería, de que conseguiría un trabajo pronto. Pero con cada mes que pasaba, esa esperanza comenzó a disiparse rápidamente. 

¡Ahora, esta madre soltera estaba en un estado de desánimo y miedo! Olas de pánico y preocupación me invadieron, no solo momentáneamente, sino con bastante frecuencia, al empezar a reconsiderar la fecha de inicio de la universidad de mi hija. No podía evitar preguntarme cómo iba a pagar el alquiler y las numerosas cuentas que empezaban a acumularse. 

Conocía las promesas de Dios. Las leía en Su Palabra. Las recitaba una y otra vez. Oraba fervientemente y, sin embargo, mes tras mes y tras varias cartas de rechazo laboral, me quedé estancada en la pregunta: "Señor, ¿por qué me has abandonado?". Estaba perdiendo la esperanza en Él, en Sus promesas y en Su tiempo.

Aquí es donde se hallaba el pueblo de Dios, y aquí es donde el Señor, que escuchó su clamor, les recordó, diciendo: "Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes." (Isaías 49:16). Piénsalo: ¡El grabado es permanente! Así que, incluso en los problemas momentáneos, el Señor nunca se olvida de nosotros en nuestros tiempos de lucha, enfermedad, desempleo o carencia. Él nunca abandonará a aquellos cuya esperanza está en Él. 

La pregunta que el Señor me planteó durante mi tiempo de desempleo es la misma que te hará a ti: "¿Pondrás tu esperanza en Mí, la fuente de todas las cosas sin importar lo que estés enfrentando? ¿O tu esperanza está en el recurso de una persona o de un trabajo?". Cuando nuestra esperanza está en el Señor, Él nunca nos decepcionará. En Su tiempo designado, Sus promesas se cumplirán. ¡Él es fiel!

Pausa y reflexión: Pregúntate, "¿Mi esperanza está en la fuente de todas las cosas, Jesucristo, o en Sus recursos, como un trabajo u otras personas?"

Práctica: Escribe el desánimo que estás enfrentando y pídele al Señor que te revele Su fidelidad mientras fortaleces tu esperanza en Él.

Oración: Agradece al Señor por Su tiempo, por Su fidelidad y por Sus bendiciones en la espera. Pídele fortaleza y una mayor medida de fe (Marcos 9:24).