ESPERANZA CONFIADA

Por Gretchen Scruby

“'La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.”—Hebreos 6:19-20 (RVR1960)

Me hundo en la silla de nuestra sala de estar, ondeando mi bandera blanca de rendición. Pasé el día cocinando y ubicando creativamente lugares tranquilos para los niños mientras yo jugaba de árbitro.

Me estaba ahogando en mis circunstancias, las cuales me dejaron intranquila más allá de la esperanza. No podía encontrar las palabras para orar ni la energía para abrir mi Biblia. Debí haber pedido oración, pero mi estresante día me pareció insignificante comparado a lo que otras personas estaban enfrentando. Hemos estado en casa por más de un mes ajustándonos a nuestra nueva rutina debida al COVID-19. Agradecidamente, mi familia estaba sana, y yo agradecida de que estuviéramos todos juntos. ¿Cómo podía quejarme? 

Sin embargo, los días corrían, y las tensiones seguían en aumento. Pensar en hacer esto de nuevo el día siguiente me dejó sin aliento. Sé que Jesús está siempre conmigo (Hebreos 13:5), pero aún así me sentí sola. ¿Por qué recordar esto no fue suficiente para quitar mi desesperación? 

De las misma forma que un capitán debe usar el ancla para mantener su barco estable, principalmente en mares turbulentos, reconocí que necesitaba a Jesús para mantenerme firme. Así, comencé a reemplazar las mentiras que se arremolinaban en mi mente con verdades de Dios. 1 Pedro 5:7 (RVR1960) dice: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. Sea lo que sea que estemos enfrentando, Dios quiere que se lo llevemos todo a Él. 

Lo hice mientras transcurría el día, y supe que podría hacerlo durante el siguiente. De verdad deseaba que esta nueva normalidad terminara. Estaba buscando a Jesús para cambiar mis dificultades en lugar de cambiarme a mí. Abrazar una esperanza confiada en Jesús no significa que todas las tormentas cesarán. 

A pesar de que los vientos seguían furiosos, Jesús me calmó al poner en práctica algunos pasos: compartí cómo me sentía con otros y les pedí oración, volví a escuchar música de adoración más seguido para combatir la conmoción de nuestra casa, y me enfoqué en mis bendiciones y cómo bendecir a otros.

Más importante, ahora medito en las Escrituras durante el día. Durante el mes pasado estando en casa, comencé un periódico de Escrituras—solo necesitaba abrirlo. Poco sabía que Dios me estaba preparando para cuando me cansara en esta temporada.  

“Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas”(1 Juan 3:19-20 RVR1960).

Detente y reflexiona: ¿Hay una tormenta en tu vida en la que estés buscando que Jesús cambie las circunstancias? ¿Lo invitarás a que te calme en el medio de ella?

Practica: Apunta Hebreos 6:19-20 y medita al respecto. Recuerda que Jesús es tu ancla de esperanza, incluso cuando te sientes desesperanzado/a.

Ora: Continúa adhiriéndote a la esperanza de Jesús, escucha música de adoración, haz una lista de aquellas cosas por las que sientes agradecimiento, y busca oración. No estás solo. Jesús está contigo, y ve todo lo que estás atravesando.