MEDITACIONES SOBRE El EVANGELIOMuestra

"MEDITACIÓN 5: El Bautismo y las Tentaciones de Jesús." Cuando leemos el evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles, descubrimos un rasgo muy peculiar: la importancia que se le da al Espíritu Santo. Es curioso ver que la expresión exacta “Espíritu Santo” aparece 54 veces en los dos libros de Lucas, frente a las 25 del resto del Nuevo Testamento. En los tres acontecimientos que hoy meditamos, encontramos al Espíritu Santo como la fuerza que llena a Jesús y le impulsa a actuar en estos tres momentos vitales de su vida. Recordemos que fue “concebido por obra del Espíritu Santo” (2:35), y que su primera actividad ministerial solemne en Nazaret comenzará con su proclamación: “El Espíritu del Señor está sobre mi…” (4:18). En el caso del bautismo, es importante subrayar cómo comparte Jesús nuestra condición humana al sumarse incluso al grupo de pecadores que se someten al rito penitencial y purificador de Juan. En ese instante, la aparición visible del Espíritu y la misteriosa voz del cielo que proclama a Jesús “Hijo amado” [de Dios] señalan el papel que habrá de desempeñar en su futura actividad. Esa expresión será la clave para entender las tentaciones. De nuevo, es el Espíritu quien conduce a Jesús al desierto, no sólo para iniciar un periodo de ayuno y oración (como cuarenta fueron los años de los hebreos por el desierto) y prepararse para su ministerio; sino también para someterse a las tentaciones, es decir, a experimentar las maneras atractivas pero engañosas en que podría cumplir con su misión. La clave, como indiqué, es “Si eres el Hijo de Dios…” Esas palabras tendrán resonancias terribles en el momento más duro de la vida de Jesús, la crucifixión: “Si tú eres… sálvate a ti mismo” (23:35-37). El diablo es más sutil y ofrece posibilidades tentadoras de actuar como Mesías: utilizar su poder personal para convertir las piedras en pan en beneficio propio; recurrir a al poder político o económico (en el fondo, al poder de Satán) para implantar el reino de Dios; o reducir su misión a un despliegue espectacular de su prestigio o su exaltación personal. En los tres casos, se trata de un anuncio de las mismas tentaciones que tendrá que afrontar la comunidad cristiana a lo largo de su historia. Y en los tres casos, la única arma que usa Jesús es la Palabra de Dios. Por último, es el Espíritu quien conduce a Jesús para que comience su ministerio anunciando que ha llegado el Reino de Dios. Rvdo. D. Mariano Perrón, Arquidiócesis de Madrid, España