MEDITACIONES SOBRE El EVANGELIOMuestra

"MEDITACIÓN 8: El Padrenuestro" A medida que avanzamos en nuestra lectura del Evangelio de Lucas, vamos descubriendo nuevos rasgos que definen la visión personal que tiene de Jesús y de la personalidad y el estilo espiritual del Señor. Lucas es el evangelista insiste, mucho más que los otros tres, en la importancia que Jesús le da a la oración. No sólo nos presenta a Jesús rezando en los momentos más decisivos de su vida: su bautismo (3:21-22): antes de escoger a los Doce (6:12): antes de preguntarles a los discípulos sobre la opinión que tienen de él, no sólo la gente, sino ellos mismos (9:18): antes de la Transfiguración (9:28-29); en el texto de hoy; en el Monte de los Olivos, antes de que le detengan y comience su pasión (22:39-46). Además, también nos muestra a Jesús insistiendo en la necesidad de orar continuamente. Un buen ejemplo de esto lo encontramos en los versículos que siguen a la oración d hoy (11:5-13). Si comparamos la versión del Padrenuestro que presenta Lucas con la de Mateo (6:9-13), podemos hallar algunos detalles que reflejan dos contextos litúrgicos diferentes, y dos comunidades que viven en mundos distintos. El punto de partida común es la manera de dirigirnos a Dios. Utilizar con el nombre el posesivo “nuestro” y no “mío”, revela el contexto. No se trata de una práctica piadosa privada, sino de una oración usada por una comunidad de creyentes. En cuanto la palabra misma, Padre (tal vez “papá” o “papaíto” serían una traducción mejor del original arameo) refleja la confianza de un niño que se dirige a su padre, un concepto que Jesús desarrolló en su predicación. Las diversas versiones sobre el pan que necesitamos (¿hoy?, ¿cada día?, ¿mañana?) dan lugar a interpretaciones diversas y tal vez reflejarían también distintas situaciones económicas de las comunidades. En cualquier caso, habría que poner el acento en la necesidad de confiar en Dios en cualquier circunstancia. Debemos recordar que, aunque los que pasan hambre son “dichosos” y benditos, los son no por pasar hambre, sino porque Dios satisface sus necesidades (6:21). Tal vez, en el contexto pobre de Lucas (sabemos con cuánta frecuencia insiste en la realidad de la pobreza), el perdón de nuestros pecados por parte de Dios dependa de nuestro perdón, no de los pecados (ofensas personales), sino de las deudas (materiales, monetarias) que otros nos deban y nosotros condonemos. Al cabo, deberíamos vernos libres de la tentación de limitar nuestra relación con Dios y con los hermanos a una dimensión espiritual sin compromiso con nuestro mundo concreto y visible. Rvdo. D. Mariano Perrón, Sacerdote católico, Arquidiócesis de Madrid, España