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El Credo de los Apóstoles: SalvaciónMuestra

El Credo de los Apóstoles: Salvación

DÍA 2 DE 14

Origen del pecado: Génesis 1:26-31


Muchos de nosotros estamos familiarizados con los eventos registrados en Génesis 3, la historia de cuando nuestros primeros padres Adán y Eva se rebelaron en contra de Dios al comer del fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal. Desde un punto de vista bíblico, este hecho no fue un evento aislado. Causó que la humanidad entera se convirtiera en culpable del pecado, y fuera corrompida por el pecado. Los teólogos comúnmente se refieren a este evento como la caída de la humanidad en pecado, o simplemente la caída.


Génesis 1:26-31 nos menciona que cuando Dios creó a la humanidad, nosotros éramos muy buenos. En este caso, la palabra “bueno” significa que nosotros éramos precisamente lo que Dios quería que fuésemos. Nuestros primeros padres fueron moralmente, puras imágenes de Dios, perfectamente adecuados para servirle y señorear sobre todo el mundo que Dios había creado.


Como Pablo indicó en Romanos 5:12, el pecado no había entrado en la humanidad antes de la caída. Nosotros nunca habíamos cometido pecado, no estábamos inclinados hacia el pecado, no éramos corruptos por el pecado, y no estábamos revestidos por el pecado.


Pero incluso en el estado de no pecado, nosotros si teníamos la habilidad y la oportunidad de pecar. Cuando Dios creó a Adán y Eva y los puso en el jardín del Edén, él les reveló muchas cosas a ellos. Pero un mandamiento rápidamente se trasladó a primer plano como una prueba de su disposición de servir a Dios. En Génesis 2:16-17, leemos que Dios permitió a Adán y Eva el comer de cualquier árbol en el jardín excepto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Y la posibilidad de quebrantar esta ley presentó una oportunidad para Adán y Eva de pecar.


Trágicamente, como sabemos de Génesis 3:1-6, la serpiente engañó a Eva a comer del fruto prohibido. Entonces Eva ofreció algo del fruto a Adán, y él comió también. Adán y Eva violaron la ley justa de Dios y voluntariamente escogieron pecar. Apocalipsis 12:9 indica que la serpiente era Satanás, y 1 de Timoteo 2:14 indica que Eva fue engañada. Pero ni la tentación de Satanás ni la tontería de Eva excusaron el pecado de nuestros primeros padres. Ambos fueron culpables de escoger el mal en contra del bien.


En estos eventos observamos de nueva cuenta que el pecado es fundamentalmente una cuestión de violar la ley de Dios, su voluntad revelada. Cuando nosotros pensamos, hablamos o actuamos de formas que difieren de la ley revelada de Dios, estamos escogiendo el mal en contra del bien. E incluso si somos engañados o burlados al pecar, Dios nos sigue manteniendo responsables de lo que hemos hecho. Este es el por qué es de mucha ayuda el guardar la palabra de Dios en nuestros corazones - no sólo para que la conozcamos, pero también para que la amemos. Cuando conocemos la ley de Dios, nos ayuda a reconocer el pecado para que no seamos engañados. Y cuando amamos la ley de Dios, se nos hace más fácil el escoger obedecerle.

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