Hablamos con el dueño del Reino, el poder y la Gloria eterna.

Reconocer la grandeza de Dios nos da seguridad, protección y certeza que nuestra oración no es un conjunto de palabras bonitas, sino que el poder de la palabra se despliega hacia un Dios cuyo reino y gloria son ilimitados. Cerrar un diálogo reconociendo las características poderosas del interlocutor nos deja la paz y esperanza que nuestras palabras no caen en vacío, sino que tienen un fundamento y una segura respuesta. Como no podía ser de otra manera en el Padre Nuestro, cada palabra tiene poder y sentido y cierra de una manera impecable, reconociendo a quién le estamos hablando y cuál es el poder que Él tiene.

Cerramos nuestra oración a Dios reconociendo que de Dios es el Reino. Un Reino cuyo sistema de gobierno monárquico, siendo el Rey absoluto Cristo. Un Reino inconmovible y eterno. El dominio de todas las cosas le pertenecen. Nada pasa desapercibido frente a la mirada de Cristo.

Su Gloria es única y verdadera. Del latín gloria, gloria es la fama, el honor y la reputación que se obtiene gracias a los grandes logros o las buenas acciones.

Ningún humano merece que le rindamos gloria, dada nuestras limitaciones, toda la fama, honor y reputación es brindada a Dios y si realmente lo creemos deberíamos hacerla pública a los que nos rodean. Contar Sus maravillas es difundir Su Gloria ya que SU Gloria supera nuestra mirada, porque Su Gloria es eterna y por siempre.

Le hablamos a un Dios eterno sin principio ni fin. El sentido de lo eterno está presente inevitablemente en nosotros.

Fuimos creados con sentido de eternidad. Nuestra vida es eterna. Creemos en un Dios atemporal, Dios no tiene tiempos, por eso SIEMPRE está sabiendo que confiar en un Dios eterno nos potencia la esperanza.

Toda esta expresión de gloria y poder nos produce la necesidad de pedir con fe, certeza, convicción y persistencia.

Declarando Su poder, gloria y eternidad fortalece nuestra fe. Es imprescindible saber a quién le estamos hablando, por sobre nuestras necesidades está la necesidad de reconocer quién es Dios, es imposible ser efectivos en la oración sin reconocer a Dios en toda Su dimensión. La oración efectiva se basa en reconocer a nuestro Padre Celestial.

Todo lo que le hemos pedido y reconocido en nuestra oración tiene un fundamento clave “porque de ÉL es el Reino, la gloria y el poder por siempre“. Si así no fuera no tendría sentido nuestra oración. Cobra sentido por quién es nuestro Dios. Un Dios Poderoso, Dueño del Reino, quien se merece toda la gloria y el poder por toda la eternidad. El ÚNICO Dios Verdadero Real que tiene el poder para hacer aquellas cosas que le pedimos. Por eso en esta hora podemos decir:

“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén".