Los personajes de la Pascua: Simón PedroMuestra

El primer encuentro entre Pedro y Jesús parece estar orquestado por Andrés, el hermano de Simón. Él estaba interesado por otro maestro itinerante, un profeta llamado Juan. Algunos lo llamaron "el bautista" por su controversial práctica de llevar a los judíos a un nuevo nivel de arrepentimiento y limpieza más allá de los fríos rituales. Juan era muy distinto a los rabinos serios de la sinagoga. Era un salvaje y nómada que declaraba que el reino de los cielos estaba cerca y que el pueblo de Dios tenía que estar preparado. Algunos no prestaban atención pero Andrés escuchaba. Esas palabras entraban directo a su corazón. Juan no hablaba de sí mismo, sino de alguien que Dios estaba mandando para separar a los que creen de verdad con los que sólo pretenden. 

Los galileos estaban listos para estos mensajes que hablaban de la llegada del reino de Dios ya que en ese momento Israel pasaba por una profunda carga emocional. Pero la esperanza de un futuro mejor se ensombrecia por un palpable sentido de disparidad y cinismo endurecidos por revoluciones fallidas y choques con las reglas romanas. Los galileos, en esos tiempos, eran masacrados en una fea confrontación con el gobernador de Judea, Poncio Pilato. 

Y, sin embargo, Andrés todavía estaba escuchando esto un día, durante un viaje a Jerusalén con Juan, cuando el profeta señaló a un compañero galileo, el hijo de José, y declaró de Jesús, "Mirad, el cordero de Dios, que quita los pecados del mundo". Andrés fue hasta el lugar donde se estaba quedando Jesús y fue cautivado por las enseñanzas de este maestro. Así que, regresó a Capernaúm, corrió hacia su hermano Simón y le instó sobre conocer a este Jesús. 

Pueden imaginar la escena, ¿no? Me lo veo gritando sin aliento y tirando del traje de pescador de Simón. ¡Éste es el correcto! Se que suena loco, pero créeme, ven a verlo y oírlo. Nunca había visto algo como esto. 

El Mesías el Ungido, significaba muchas cosas, aunque los dos hermanos estaban familiarizados con la Torá, no eran eruditos que estudiaban detenidamente los textos. Y, a diferencia de los que sí, sabían lo suficiente como para seguirle. Ellos, no entendían como el Cristo simplemente no se abalanzaba y conquistaba a los enemigos de Israel. No podían imaginarse un juicio injusto, una sangrienta cruz ni la llegada del Espíritu. Pero ellos sabían justo lo necesario como para seguirle.