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Libérame de las limitaciones físicas: Estoy desfigurado

El fantasma de la ópera tenía una razón para llevar puesta siempre media máscara: tenía desfigurado el lado derecho de su rostro, y eso lo avergonzaba.

La vida es dura; y es aun más dura con la cara o la piel desfiguradas. La sociedad venera y adora la belleza física y les asigna mucho menos valor a las personas que no son hermosas. El paladar hendido, el acné rosáceo y el acné severo hacen que quienes los padecen se sientan como miembros de segunda o tercera clase de la sociedad. Saben que su apariencia les cerrará las puertas durante toda la vida.

“Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: —Señor, si quieres, puedes limpiarme” (Lucas 5:12).

La lepra conllevaba una triple maldición: no solo cubría de manchas la piel, sino que en ocasiones producía la necrosis de los nervios de las extremidades, y eso causaba la muerte de los tejidos. Y lo peor de todo, se creía que era contagiosa, y los leprosos eran absolutamente puestos en cuarentena y aislados de todo contacto humano.

El corazón de Jesús se compadecía cuando encontraba personas que sufrían de lepra. Él sabía lo que era ser feo, porque lo era: “de tal manera estaba desfigurada su apariencia, que su aspecto no parecía el de un ser humano” (Isaías 52:14). Entonces y ahora él responde con compasión, asistencia médica milagrosa, bendiciones especiales como la cirugía reconstructiva, y la esperanza de un futuro mejor.