Caminando Con JesúsMuestra

Hijo Fiel

El jueves de Pascua ha llegado, y con él, Jesús instituye la Última Cena. La línea de tiempo hacia la cruz se está acelerando ahora. Se han puesto en marcha eventos destinados a culminar en una sola conclusión: la muerte del Salvador del mundo, por el mundo.

En algunas tradiciones de fe, este quinto día de la Semana Santa se llama "Jueves Santo", maundy que significa "mandamiento". Es una referencia al mandamiento de Jesús a los discípulos en ese día de amarse los unos a los otros. Hoy, es un día para recordar todo lo que Jesús hizo por nosotros antes de los terribles pero esenciales eventos de su muerte. Recordamos a Jesús partiendo el pan, lavando los pies de los discípulos y clamando a su Padre en el jardín mientras angustiaba por lo que pronto se desenvolvería.

La noche comienza con Jesús compartiendo la comida tradicional judía de la Pascua con sus discípulos. Pero a diferencia de las comidas de Pascua de años anteriores, esta sería diferente. En esta noche, Jesús comienza una tradición que será recordada y transmitida por los cristianos durante siglos.

"Mientras estaban comiendo, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió en pedazos y se lo dio a los discípulos, diciendo: 'Tomen y coman, porque esto es mi cuerpo'.

“Y tomó una copa de vino y dio gracias a Dios por ella. Se la dio a ellos y dijo: 'Beban de esto todos, porque esto es mi sangre, que confirma el pacto entre Dios y su pueblo. Es derramada como sacrificio para perdonar los pecados de muchos. Marquen mis palabras: no beberé vino de nuevo hasta el día que lo beba de nuevo con ustedes en el reino de mi Padre'" (Mateo 26:26-29).

Después de compartir esta última comida, Jesús y los discípulos (sin Judas, que se escapó para poner en marcha sus oscuros actos) se dirigen una vez más al Monte de los Olivos. Esta vez es para orar mientras Jesús se prepara para lo que sabe que será el día más difícil de su vida, el día por el cual había venido.

"Les dijo: 'Mi alma está profundamente triste, hasta el punto de la muerte. Quédense aquí y vigilen conmigo'.

"Avanzó un poco más y se inclinó con el rostro en tierra, orando: 'Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa de sufrimiento. Pero quiero que se haga tu voluntad, no la mía'" (Mateo 26:38-39).

Los eventos en el Jardín son una historia familiar para muchos. Aquellos que crecieron en la iglesia la aprendieron en la escuela dominical y la escucharon predicar desde el púlpito. Pero son tan consecuentes estas pocas horas, que personas de todas las procedencias, en todas las culturas a lo largo de los siglos tienen cierta conciencia de esta escena en el Jardín y lo que sigue.

La pregunta más importante es, ¿has tomado el tiempo para considerar el impacto que la Última Cena y Jesús clamando a su Padre en el jardín en medio de la noche tienen en tu vida?

Si bien cada uno tenía un significado en el momento, también tienen un significado para nosotros hoy. Esta última comida que Jesús compartió con sus amigos más cercanos sirve como una ilustración simbólica de todo lo que Jesús soportaría en su muerte cuando sería su cuerpo el quebrantado, en lugar del pan, y su sangre derramada.

En nuestra práctica de partir el pan y compartir el vino en la Comunión juntos en la iglesia, recordamos lo que Jesús ha hecho al dar su cuerpo y su sangre en nuestro lugar: Dios sacrificándose a sí mismo por nosotros.

Puede que hayas crecido con diferentes formas de practicar la Comunión, pero no importa cómo haya sido eso para ti (o si nunca has hecho la Comunión), el hecho de que Jesús compartiera el pan y el vino en la Última Cena nos dice a todos lo mismo: Recuérdenme. Recuerden lo que hago por ustedes.

Este acto de recuerdo no requiere palabras especiales ni siquiera un lugar especial. Cada vez que compartes una comida con otros creyentes, puedes recordar usando los símbolos del pan y el vino (o jugo). No es un sacramento mágico. Participar no te gana más favor con Dios. Simplemente estás honrando el mandamiento de Jesús de recordar su sacrificio que, sin duda, nos llevará a adorar.

La Semana Santa nos brinda una oportunidad única para conectarnos con estos eventos y recordar lo que Jesús ha hecho por ti en la cruz. Recuerda todo lo que él renunció voluntariamente para que puedas vivir una vida de libertad y perdón. Estaba dispuesto, pero eso no significaba que fuera fácil.

La vulnerable oración de Jesús a su Padre en el jardín después de la Última Cena nos da una visión del dolor sin adornos que Jesús enfrentaba por nosotros. A través de sus palabras, obtenemos una visión interna de lo que Jesús estaba experimentando en ese momento. Estaba angustiado ante lo que debía hacer. Sabía que enfrentaba tanto horror físico como espiritual. Pero como el Hijo perfecto que es, Jesús le dijo a su Padre: no sea como yo quiero, sino como tú quieras que se haga. Este fue un sacrificio que solo Jesús podía hacer. Era completamente hombre para calificar como nuestro sustituto y completamente Dios para calificar en perfección. Sin su sumisión en el Jardín, estaríamos sin esperanza.

Pregunta de reflexión:

• Reflexionando sobre la comunión, ¿qué significado tiene para ti?
• ¿Han adquirido un significado más profundo los símbolos del pan y el vino desde que abrazaste por primera vez el cristianismo?
• Mirando hacia adelante, ¿cómo resonarán contigo los eventos del Jueves Santo y cómo influirán en tu corazón?
• ¿Cómo afecta tu fe entender que Jesús se sacrificó voluntariamente por ti, en lugar de ser una simple víctima?