[El yo desinteresado] Dale a Dios tu «cuenta conmigo siempre»Muestra

Llegar al mundo

La misión de Dios da forma a nuestro viaje, nos guía no solo a un nebuloso «lo que sea», sino a un específico «en este lugar». La misión de Dios es un plan divino que debemos abrazar de buena gana. Nos da un sentido de propósito, como se sugiere en el versículo 22: «Por eso muchas veces se me ha impedido ir a vosotros». Todos tenemos una misión que seguir, y cuando llega ese llamado, debemos responder.

Pablo es un ejemplo de compromiso. Su papel de difundir el Evangelio lo llevó a varias regiones. Al completar su misión en un área, pasaba a otra. Imagínate concluyendo un capítulo de tu vida, diciendo con confianza: «Hice la obra que Dios tenía para mí».

Este pensamiento es electrizante. Nos impulsa a vivir con propósito, conscientes de nuestro llamado divino, en lugar de lamentar las oportunidades perdidas. «He hecho todo lo que he podido», declaró Pablo, recordándonos que nos concentráramos en progresar, en el «donde sea» de la misión de Dios.

El viaje de Pablo fue amplio, atravesando desde el lado oriental del Imperio Romano hasta el oeste. Esperaba visitar a sus amigos en Roma en su camino a España, pero primero viajó hacia el sur, llevando regalos para los santos en situación de pobreza de Jerusalén. Estaba guiado por su misión divina, sin inmutarse por si su plan personal se alineaba con el de Dios.

Para comprender mejor esto, imagina un mapa global de misiones. Algunas áreas están marcadas en rojo, lo que significa que no están comprometidas, que no han sido alcanzadas, sin una estrategia misionera existente o sin participación en la iglesia. Las regiones naranjas están comprometidas, pero aún no han sido alcanzadas y las áreas verdes han escuchado el evangelio. Al igual que Pablo, nuestra tarea es transformar ese mapa, extender nuestro alcance a los no alcanzados y no comprometidos.

Curiosamente, también puede aplicarse esta perspectiva global a nivel local. Muchas personas no alcanzadas y no comprometidas viven en nuestras ciudades, vecindarios y lugares de trabajo. Estas son personas de países a los que el evangelio aún no ha alcanzado, lo que nos ofrece una oportunidad increíble de ser misioneros locales. Imagina llegar a las partes no alcanzadas del mundo simplemente ministrando a nuestro prójimo. Podrías impactar a un país en todo el mundo diciéndole a alguien en tu supermercado local, parque o gimnasio acerca de Cristo.

Recuerda, somos parte de una comunidad más amplia de creyentes impulsada por la misión. Nuestras iglesias existen gracias a los viajes misioneros de nuestros antepasados, aquellos que entendieron el «lo que sea» y el «dondequiera que sea». Ahora es nuestro turno de integrar el «dondequiera» de la misión de Dios en la narrativa de nuestra vida. No importa dónde estés, la misión de Dios puede guiarte, si estás preparado para atender el llamado. ¿Responderás al llamado de Dios en tu vida?