El Cristiano Y La Política ¿Es Posible Una Transformación?Muestra

El gobierno terrenal y el criterio de Cristo.

En la mente de Cristo nacen los pensamientos acerca del buen gobierno. Toda su Palabra es evidencia de una mente legislativa, judicial y gubernamental. Dios ha establecido las autoridades, y demanda de ellas obediencia (Romanos 13:1-5). Las autoridades que están en el cielo, en la tierra, visibles o invisibles, sean tronos, dominios, principados o potestades, todo es reivindicado por Cristo, todo es puesto bajo Su autoridad (Colosenses 1:16). Y la Iglesia es encargada de reconciliar todas las cosas con Cristo (Colosenses 1:19-20).

Sin embargo, una mentalidad humana, carnal y bajo influencia del Enemigo alejó la vida de Cristo del gobierno, de la legislación y de la administración de justicia entre los hombres. En ausencia de Cristo (a causa del vacío dejado por la Iglesia por efecto de la confusión y la ignorancia), Satanás reclama la legitimidad para operar en ambientes que declara como propios.

En el desierto, el diablo, que es padre de mentira, y sólo sabe mentir y engañar, prueba en un intento desesperado, sobornar a Cristo, apenas momentos antes de ser derrotado en la cruz. Le ofrece a Jesús los reinos de este mundo, como si fueran de su propiedad. A cambio exigió obediencia. Cristo no reconoció ningún dominio de Satanás sobre los reinos y tesoros. Porque todo es de Cristo, por Él y para Él, incluido los gobiernos, las riquezas y la gloria (Romanos 11:36). La potestad que el diablo detentó engañosamente ante Cristo estaba a punto de ser derrotada en la cruz. Esta verdad es el punto de partida de la formación del criterio de Cristo en nuestras vidas: lo que Jesús declara en el desierto es absoluta obediencia a la voluntad del Padre (Lucas 4.1-12).

Y éste es el criterio sobre el que debe vivir la Iglesia, y sobre el cual construye fundamento en Cristo y sobreedifica en Verdad. La Iglesia es la encargada de reconciliar sistemas de gobierno, legislación y justicia humanos con Cristo a su imagen y en absoluta obediencia a la voluntad y autoridad de Dios. En la certeza total que lo que es nacido de Dios ha vencido al mundo.

Por eso, la misión es tan humanamente imposible como espiritualmente inevitable para la vida de una Iglesia renacida. Cristo no se apuró en aclararle al Enemigo que Él es dueño eterno de toda la creación. Incluso, cuando el enemigo lo desafió poniendo en duda si era el hijo de Dios, Jesús tampoco decidió responderle que sería una reacción humana y carnal. Por el contrario, el interés de Cristo en el desierto se centró en establecer el criterio y fundamento de la verdad: plena obediencia a la voluntad del Padre (Juan 5:19 – Lucas 11:2).

Tal vez, para muchos la transformación del mundo sea un propósito imposible, pero es la voluntad de Dios. Aceptar en fe el mandato y obedecer en gracia y en amor, es la parte que nos toca como Iglesia.

ORACIÓN: Señor Jesús, hoy nos despojamos de engaños y mentiras del enemigo, que por tanto tiempo han hecho raíz en nuestras mentes y corazones. En el poder del Espíritu de Dios, llevamos nuestros argumentos y pensamientos a la obediencia de Cristo. Para ver nacer plenamente Su mente en nuestras vidas, y así cumplir llenos de poder la misión que tenemos como Iglesia, que es llenarlo todo de Cristo, incluso las áreas de gobierno y el sistema político. En el amor de Cristo, amén.