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Corazón De SamaritanoMuestra

Corazón De Samaritano

DÍA 4 DE 4




El Corazón del “Leproso Samaritano”.

La última historia que deseo compartirles es acerca de 10 leprosos, que habían formado como una especie de “clan” para encontrarse con alguien del cual habían escuchado hacer milagros. Para la época en que esta historia la narra el escritor del libro de Lucas, la lepra era considerada una enfermedad que designaba al portador de ella como una persona “INMUNDA”, y esta, debía ser apartada de cualquier poblado donde residía, generalmente a las afueras de la ciudad. Se suele creer que buscaban refugios o cuevas cercanas a donde se arrojaba la basura. Esta enfermedad no solo carcomía la piel de las personas, sino que muchas veces pedazos de carne de sus cuerpos caían al suelo y ellos no sentían nada, supuraban pus y sangre, tenían llagas infectadas, sus ropas se pegaba a su piel herida por lo que el olor que de ellos desprendían era nauseabundo. Esta enfermedad los colocaba en el estrato más bajo, nunca deseable, eran como escorias vivientes, estaban aislados y morían en completa soledad. Sus familiares no tenían más contactos con ellos, y nadie del pueblo se les podía acercar, incluso había leyes que les impedía a estas personas acercarse a gente sana, se había prescrito una distancia mínima que no podían violar, y para ello existía de campana que colgaban en sus cuellos para avisar cuando estuvieran de paso, o gritar en el peor de los casos ¡¡inmundo soy, inmundo soy!!

Recordemos que los samaritanos y judíos no se llevaban bien bajo ninguna circunstancia, excepto que en esta historia podemos denotar, en cuanto a ser leproso, que no importaba tu nacionalidad, religión o estatus económico, ya allí en esa condición, se igualaban todos, allí ya no existían judíos, griegos o samaritanos, todos eran leprosos. Este clan conformado por 10 personas, (al menos uno de ellos era samaritano), se encontraban en el límite territorial entre Samaria con Galilea, en esa frontera, por algún medio se enteraron que Jesús pasaría por una aldea cercana y decidieron emprender el viaje a ese encuentro, todos apoyándose con la esperanza que ese “maestro” pudiera sanarlos como habían escuchado.

De pronto, se deja oír el coro de las campanas en sus cuellos mientras caminaban buscando al Señor, y divisándolo de lejos se acercaron hasta la distancia permitida por la ley, en ese momento comenzaron a gritar todos: “¡Jesús! ¡Maestro! ¡Ten compasión de nosotros!, el Señor en este caso no se les acercó, ni los tocó, tampoco les preguntó:¿Qué quieren que haga por ustedes?, no les untó barro ni los mandó a lavarse en algún rio. Solo les dijo: “Vayan y muéstrense a los sacerdotes”, pon un instante me imagino la reacción de ellos diciendo: ¿Cómo nos vamos a presentar a los sacerdotes? Podrían matarnos, somos inmundos, mas todos en consenso dijeron: “Si el maestro lo dijo, hagámoslo”. Cuando apenas iban de camino, (el Señor Jesús aun podía verlos), de pronto ellos comenzaron a sanar, sintieron como su piel se fue restableciendo, como sus llagas se desaparecían, su piel iba tomando el color y la textura normal, comenzaron a caminar normal sin dolencias, enseguida se dieron prisa pensando: “Ahora si me reencontraré con mi familia”. Otros: “Volveré a trabajar”, algunos querían solamente volver a casa y dormir en una cama, pero uno de ellos apenas sintió que había sido sanado, se regresó adorando a Dios, (estoy seguro que los demás le escucharon adorar). Este hombre exclamaba: ¡ALABEN A DIOS, ALABEN A DIOS!, puedo imaginarlo saltando de alegría, llorando de felicidad, corriendo, soltando los trapos malolientes que le cubrían sus marcas de una lepra que le había quitado la vida estando aun vivo. Entonces este hombre hace lo que antes su condición no le permitió hacer, acercarse a Jesús, ya no le gritaría de lejos, sino que se postraría a sus pies, se humilló en gratitud mientras las lágrimas no dejaban de salir de sus ojos, ya no tenía temor de contaminar al maestro, ahora entendía que nada puede contaminar a aquel que quita lo inmundo, aquel que quita lo impuro, aquel que quita las heridas, estaba en el mejor lugar, allí a sus pies. El Señor quiere hoy sanar tu herida, esa impureza de tu corazón, esa enfermedad que tanto te afecta, pero también quiere que le adores con gratitud.

Al ver la reacción de Jesús que no felicita a aquel hombre, ni reconoce voz en cuello que regresó adorando a Dios quien le había sanado, sino que hizo una pregunta de contabilidad, ¿no eran 10 los leprosos? ¿Dónde están los demás? ¿Por qué no regresaron? ¿y los otros 9? El Maestro nos enseñó que solo un 10% tiene gratitud suficiente para regresarse, (actualmente vivimos en un mundo así, sin gratitud) y hace una referencia mencionando que quien había regresado no había sido ninguno de los judíos, estos, decidieron apurarse para presentarse a los sacerdotes y así ser reestablecidos oficialmente en la sociedad, sino para sorpresa de todos resultó ser UN SAMARITANO, a quien no le importó que Jesús fuera un Rabí Judío, para regresar y postrarse ante Él, tampoco le importó retomar sus sueños de inmediato, sin antes darle la Gloria a Dios y hacer una acción de gracias.

Este samaritano, no solo recibió sanidad de su cuerpo, también recibió la sanidad del alma, tuvo algo más que los otros 9 no tuvieron por seguir sin agradecer, no experimentaron el momento sublime de estar a los pies de Jesús diciéndoles sean salvos. Muchas veces nos cuesta agradecer a quienes que nos han ayudado en algún momento en nuestras vidas incluso las hemos olvidado, ni siquiera volvemos a tener contacto con ellas, nos sumergimos en seguidores y amigos virtuales, a quienes les agradecemos cada vez que nos comentan de manera positiva una publicación, tenemos una lista mayor de bloqueados que de personas a quienes le hemos agradecido y si lo hemos hecho, ha sido solo con palabras, nos cuesta hacer con esas personas un acto de gratitud, una acción de gracias, nos cuesta regresarnos a hacerlo. Y, en cuanto al Señor, muchas veces le agradecemos solo de palabra, de boca, por los alimentos, por algún favor, por alguna ayuda que recibimos, pero no le ofrecemos al padre una verdadera “ACCION DE GRACIAS”, no nos regresamos a adorarle. Asimismo, damos por sentado que merecemos lo que recibimos, o que Dios está en la obligación de cuidarnos y darnos lo que necesitemos, cuando solo estamos vivos por su Gracia, y es su Gracia la que nos sostiene, no lo Bueno que podamos ser o porque somos ministros o servidores en nuestra iglesia.

Pienso en esta historia a través del corazón de este samaritano que se regresó y de los otros 9, estoy seguro que los que siguieron su camino sintieron gratitud y quizás llegarían contando la historia como Jesús dio la orden y ellos sanaron al obedecerla, estoy seguro que cuando llegaron a sus casas se sintieron agradecidos por volver a abrazar a sus familias, pero ninguno sintió la suficiente gratitud para regresarse a darle las GRACIAS al maestro por sanarles, por ende, Jesús nunca las recibió de ellos. El rey David en los salmos nos invita a entrar en sus puertas con acciones de gracias, y solo este samaritano, sintió tanto agradecimiento al verse sano, que hizo una acción, se regresó adorando a aquel que le había limpiado, y recibió algo más, recibió su salvación. ¿A cuántas personas aún les debes las gracias? que ellos estén consientes que tú les estas agradecido aunque haya pasado el tiempo. ¿Has hecho una acción de gracias a Dios por todo lo que te ha dado?, creo que es hora que hagas estas dos cosas.

El señor Jesús, nos mostró en estas historias, 3 corazones con acciones diferentes, y mientras le preguntaba al Señor: ¿Qué tienen en común estos tres?, porque cada corazón nos enseña distintas y valiosas lecciones:

1) El buen samaritano: Tiene un corazón de ayudar sin importar quien, de cumplir el segundo mandamiento, de compasión, de amor, de lealtad, de servicio, de sanar heridas de otros, de cuidado, de empatía.

2) La mujer samaritana: Tiene un Corazón de gratitud, de servicio, de llevar buenas nuevas, de dejar todo por Jesús, de compartir, de confesión, de libertad, de cambio.

3) El leproso samaritano: Tiene un Corazón de gratitud, de adoración, de fe, de humillación, de proclamar la grandeza de Dios, de poner a Dios primero, de Regresar en agradecimiento.

En estas 3 personas no pude conseguir alguna virtud que los 3 compartieran, son diferentes, son buenos y de ejemplo para nosotros, de otra manera Jesús no los hubiera tomado en cuenta para contarnos sus historias. Mientras le preguntaba al Señor: ¿Qué tienen en común?, vino a mi espíritu la siguiente respuesta: LOS 3 SON SAMARITANOS. Son personas excluidas del plan original del ministerio del Señor Jesús, que era venir por las ovejas perdidas de Israel. Estos, representan personas rechazadas por los judíos pero que no rechazaron a Jesús por serlo, personas tachadas como lo peor de lo peor, despreciadas, personas con errores y fallas, pecadoras, personas que han sido abandonadas incluso por quienes debieron amarles, personas odiadas y repudiadas, personas señaladas por sus errores y por su pasado, personas que sintieron en carne viva el desprecio y la soledad, la tristeza y desesperanza, con enfermedades incurables, personas que se sentían sin ningún valor, personas tal vez como tú y como yo. Pero la buena nueva es que a estos samaritanos Dios les vio un corazón dispuesto a recibir a su hijo, y aunque nadie los amaba, el Señor los amó primero, El Señor a ti también te amó primero, aunque quizás hoy te sientas como uno de ellos, Él fue a encontrarse con estos rechazados por todos, amándolos en gran manera, y quiere encontrarse contigo.. El Señor sabía que un día leeríamos estos testimonios y que en un mañana se leerá el tuyo. Dios quiere y anhela encontrar en nuestros corazones, las virtudes del corazón de los protagonistas de estas historias que hemos leído: "Un corazón de Samaritano".

Dios te Bendiga

Jann Quintero.

Día 3

Acerca de este Plan

Corazón De Samaritano

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Nos gustaría agradecer a Jann Luis Quintero por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelacruz.com/

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