Aunque Estés en Valle De Sombra Y De MuerteMuestra

Cuando las cosas empeoran.

Nos gozamos en la revelación que trae consigo el sacrificio que Jesús hizo por nosotros en el madero. Todo lo que aconteció antes y después de su muerte. Todo el sufrimiento que padeció por causa nuestra y todo el honor y la gloria que recibió (y sigue recibiendo) por su obediencia. En definitiva, los hijos de Dios, tenemos una gran ventaja en comparación a las personas que aún no han contado con la dicha de que la obra, redentora y salvadora de Jesús, les sea revelada. Hablo de que podemos vivir cada día, independientemente de lo que estemos atravesando, con la certeza que en Cristo Jesús somos respaldados y guiados por el poder del Espíritu con el que fuimos sellados.

Solo cuando vivimos esta verdad es cuando podemos comprender lo que significa vivir en Cristo Jesús; totalmente seguros en el cumplimiento de la promesa de la salvación, la adopción eterna, el sello del Espíritu Santo y la vida eterna. ¿Por qué lo digo? Porque no es lo mismo experimentar adversidad sabiendo quiénes somos, de quién dependemos y ante quién podemos clamar por ayuda; que el experimentar adversidad, sin saber que hay un Salvador con poder y autoridad, para hacer de cualquier adversidad un milagro.

Que sea esta la oportunidad, si es que hay alguien que no ha tenido un encuentro con Jesucristo, para que a través de este Plan pueda ser inquietado por el Espíritu de Dios y sea movido por Él, a anhelar la salvación. Amén.

Los pongo en contexto: al escribir este plan, mi esposo y yo, completamos cinco meses de diferentes pruebas que por voluntad de nuestro Padre atravesamos. Pruebas que aunque han sido difíciles, también fueron una tremenda bendición. Lo que Dios hace en favor de sus hijos y para su gloria es sorprendente. Y es precisamente lo que anhelo que puedas entender: que sin importar qué sientas e incluso cuando veas que las cosas se están poniendo cada vez peor (como cuando que en lugar de ver el amanecer, pareciera que cada vez está más oscuro) puedas llenarte de la fe que nos dan las promesas que nuestro Padre nos ha entregado y te reafirmes en su amor.

Obviamente no voy a quitarle mérito a tu sufrimiento, sería una falta de amor, de misericordia y de empatía de mi parte. Porque siquiera sugerir que lo que quizá estás experimentando ahora pueda ser menos grave que lo que mi esposo y yo hemos vivido durante este tiempo de prueba sería insensato de mi parte. Nuestro Padre sabe cuánto te duele y cuánto estás sufriendo, a Él le importa lo que vivimos y sentimos sus hijos.

Dios, el Eterno, nunca te desechará ni te abandonará. Él te está mirando y una confirmación de esta verdad es este plan; no es casualidad que lo estés leyendo. Como tampoco es casualidad la prueba que estás atravesando. Porque al final todo se trata de Él y todo es para su gloria; por eso escribimos este plan, por obediencia a Él, porque es lo que nos ha mandado a hacer y porque sé que lo que ha hecho conmigo y con mi esposo, también lo puede hacer contigo y, hoy quiere que lo sepas.