Los Diez MandamientosMuestra

LA SEGUNDA LEY DE DIOS

En lo alto del Monte Sinaí Dios le dio a Moisés instrucciones para toda una forma de vida para la flamante nación israelita, recientemente liberada de la esclavitud egipcia. En esa masa de material del “pacto” estaban su voluntad para su sociedad, su vida de adoración y los principios eternos de su comportamiento moral hacia él y entre ellos. Como ayuda para la memoria, Dios mismo grabó un resumen de su instrucción divina en dos tablas de piedra para que Moisés las llevara consigo y acompañara a los israelitas en el resto de su viaje a Canaán.

Por desgracia, las Escrituras hebreas no los numeraron explícitamente, y entre los cristianos hay dos escuelas principales de pensamiento sobre qué mandamiento es qué número. A esta la llamaremos la segunda ley de Dios: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano” (Éxodo 20:7).

La adulteración del mensaje sagrado de Dios (o “nombre”), ya sea por adición o sustracción, está estrictamente prohibida y conlleva penas severas. Lo mismo ocurre con el uso frívolo o profano de los preciosos nombres propios de Dios. Úsalos con cuidado y para los fines para los cuales él amorosamente los reveló. En lugar de escuchar un montón de “maldita sea” y “jura a Dios” saliendo de tu boca, que tus amigos prefieran escuchar el nombre de Dios en oraciones, alabanzas y acción de gracias: “E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás” (Salmo 50:15).