Hay esperanza, fe en tiempos de incertidumbreMuestra

La carta de Pablo, Timoteo y Silvano a sus amigos en Tesalónica está terminando. El mensaje ha sido entregado. Las palabras de ánimo y esperanza han llegado a lo más profundo del corazón de aquellos habitantes de la ciudad griega. Saben que su fe debe seguir creciendo bien cimentada en la verdad del evangelio de Jesucristo. Así mismo, saben que vendrán tiempos aún más difíciles, pero que la salvación y el anhelo de una vida eterna junto al Señor los hará perseverar hasta el final.

¿Cuál sería la mejor forma de cerrar una carta a un grupo de amigos que la están pasando mal? En el último fragmento, la carta contiene varias instrucciones finales que, basadas en la verdad de la fe que sostiene a los creyentes, seguirán siendo la evidencia palpable de una vida transformada. Los tesalonicenses son desafiados a servirse unos a otros, apoyar a los débiles, ser pacientes y bondadosos. Hay un énfasis importante en responder al mal con el bien, vivir en paz unos con otros, buscar la santidad y tener en alta estima a los guías espirituales; ellos instruyen y mantienen la vista en la fe en Jesús. Se nota la urgencia de los remitentes en el deseo de que sus amigos avancen en la resolución de conflictos en la comunidad. No desconocen que vendrán tiempos de sufrimiento y por eso hacen un llamado a la oración constante y a la gratitud a Dios por toda circunstancia. Y en medio de ese camino, Dios habrá de seguir transformando su ser -espíritu, alma y cuerpo- a su imagen perfecta, hasta que Jesús regrese.

¡Tenemos tanto en común con los tesalonicenses! Debemos aprender tanto como ellos estaban aprendiendo del mensaje de sus padres espirituales. La santificación es un proceso en el que todo creyente debe estar comprometido. Transformar la forma de pensar de acuerdo al estándar de Jesús, actuar como Jesús mismo lo hizo, esperar con firmeza su glorioso regreso, con esperanza, siendo testimonio para quienes nos rodean y que necesitan saber que Jesús es Dios, el Salvador, el que le da sentido a la vida y quien vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.

La humanidad necesita una esperanza, pero no cualquiera. Solamente el evangelio de salvación podrá transformar al mundo, así como los tesalonicenses fueron transformados. Jesús es la esperanza de vida eterna.