EL PADRE ESTÁ SIEMPRE CONTIGO

¿Has estado en situaciones en las que no encuentras eso que estaba junto a ti? Las gafas que no aparecían hasta que alguien te dijo que estaban en tu cabeza. El celular que creíste haber perdido pero que en realidad se encontraba en tu bolsillo. Las llaves que pensaste dejar dentro de la casa y que aguardan en silencio en tu bolso a ser encontradas… Te cuento que en ocasiones nos suele pasar lo mismo con Dios.

Muchas veces creemos que Dios está perdido o escondido de nosotros y nos cuesta creer que ciertamente está a nuestro lado. Esto puede ser el resultado de varias situaciones. La primera ocurre cuando pecamos. En estos casos nos creemos indignos de la presencia de Dios debido a la impureza de nuestros errores y, en lugar de ir confiados al trono de gracia, salimos huyendo de la luz a refugiarnos en la oscuridad.

La segunda se da cuando atravesamos momentos de suma dificultad o tristeza. Aquí sentimos que lo único que nos rodea es la maldad y la injusticia de este mundo. La tercera está asociada con nuestro pasado. El abandono de un padre, una pareja sentimental o un amigo nos puede hacer creer que si no cumplimos con las expectativas de alguien más quedaremos a nuestra suerte. La última tiene que ver con nuestra consciencia. El no ver, no escuchar o no sentir a Dios nos hace creer que la carencia de una experiencia significa la falta de Su presencia.

Para confrontar estas falsas ideas de ausencia o abandono del Padre a Aus hijos, hoy vengo a recordarte uno de los nombres de Dios: Yahweh-Sama. Esta faceta de Dios fue revelada a Ezequiel para indicar que la gloria de Dios estaba sobre Jerusalén y sobre el Templo (Ezequiel 48:35). Yahweh-Sama va mucho más allá del atributo de omnipresencia que tiene Dios y significa que el Padre habita entre Su pueblo; es más, mora dentro de él mismo.

Gracias al sacrificio de Jesús, la presencia del Señor no visita un templo físico y se aparta ante la infidelidad del hombre. Por el contrario, la presencia del Señor busca establecerse para siempre en el corazón de quien decide aceptarlo y, una vez adentro, no hay pecado, dificultad, pasado o consciencia que pueda expulsarlo.

A tu pecado exprésale que ni las tinieblas te pueden ocultar de Dios (Salmo 139:11-12). A tu dificultad enséñale que el que está dentro de ti es más fuerte que el que está en el mundo (1 Juan 4:4). A tu pasado recuérdale que, aunque otros te abandonen el Señor te recibirá en Sus brazos (Salmo 27:10). A tu consciencia convéncela de que ciertamente el Señor está contigo así tú no te des cuenta (Génesis 28:16).