La paz y la promesa de la Navidad.Muestra

Misión imposible

Y les he dado a conocer tu nombre… —Juan 17:26

En la serie de películas de Misión Imposible, al agente Ethan Hunt siempre le dan una tarea que parece insuperable. El desafío se presenta con esta escueta opción: «Su misión, si desea aceptarla…». Por supuesto, el destino de millones de personas está en juego, y el drama que se desata nos mantiene pegados a nuestros asientos.

Jesús se embarcó en una misión donde el destino del mundo estaba en juego realmente. Había compartido esta misión con su Padre desde la eternidad pasada. Apenas antes de la dura experiencia que lo llevó a la cruz, Jesús oró: «Y les he dado a conocer tu nombre [Dios el Padre], y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos» (Juan 17:26).

La misión compartida del Padre y el Hijo era perdonar, restaurar y sanar a la raza humana. Nosotros, los seres humanos creados a imagen de Dios, nos rebelamos contra sus buenos propósitos y perdimos la gloria de su presencia. Jesús vino para que una vez más pudiéramos conocer y experimentar el amor del Dios que es amor.

No fue un gesto vacío, ni fueron palabras vacías. Cuando Jesús oró por la misión que compartía con su Padre, estaba por dirigirse a la cruz a cumplir esa misión. Y podemos regocijarnos en su muerte y resurrección. ¡Misión cumplida!

Dios Padre, jamás podremos comprender las dimensiones de tu gran amor por nosotros, pero esta temporada de Navidad, ayúdanos a apreciarlo más que nunca.

¿Por qué crees que Dios quería rescatar y restaurar su creación? Al considerar la aceptación de Jesús de esta «misión imposible», ¿cómo reaccionas al alcance de su amor por nosotros?