[Serie Dichosos los que sufren] Recuperación del duelo y nueva vida Muestra

«La muerte ha sido devorada por la victoria»

Sin lugar a dudas, la muerte es un enemigo nefasto. El dolor por la conmoción que experimentamos sobre la tierra al separarnos de nuestros seres queridos, a veces nos impide mantener una perspectiva eterna. Con el pasar del tiempo, hallamos refugio en la contemplación de la esperanza que tenemos en Cristo. 

El apóstol Pablo nos ofrece seguridad en las palabras que le fueron inspiradas por Dios para explicarle a los hermanos de la iglesia de Corinto, que un día, todos los muertos en Cristo resucitarán. Ese es el mensaje de esperanza que podemos atesorar en nuestros corazones y que nos brinda el coraje de seguir adelante tomados de la mano de Jesús.

La resurrección de Cristo fue la primicia y gracias a ese acto poderoso de victoria sublime, sabemos que la muerte fue vencida en ese glorioso día. Así como el pecado entró al mundo por un hombre, Adán, a través de otro hombre, Cristo, vino la resurrección de los muertos. La muerte entró por un hombre, la vida gracias a otro, nuestro amado Jesucristo. 

Y eso no es todo, Pablo enseña a los hermanos de esa iglesia que el diseño de Dios tiene que ser conocido por nosotros. Dios no quiere que ignoremos esta maravillosa esperanza que tenemos gracias a su obra en la cruz. Seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene el último toque de trompeta, los muertos serán resucitados para no volver a morir. Y nosotros seremos transformados. Nuestra naturaleza corruptible se revestirá de lo incorruptible y nuestro cuerpo mortal se revestirá de inmortalidad. ¡Qué maravilloso día! ¡Mi corazón se llena de esperanza! Ese día, ¡la muerte será devorada por la victoria!

Reflexiona: ¿Puedo confiar en la promesa de Dios? ¿He pensado en ese glorioso día en que resucitaré? Este pensamiento, ¿cambia mi perspectiva de las cosas hoy?

Palabra de consuelo del día: «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» El aguijón de la muerte es el pecado y el pecado ejerce su poder por la ley. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! (1 Corintios 15:55–57 DHH). 

En este día, que de nuestros labios brote una oración de agradecimiento, alabemos al Señor porque ha vencido la muerte, nos ha dado la victoria. Una esperanza de nueva vida irrumpe en nuestro corazón, nada ni nadie puede robarnos de este inmenso regalo inmerecido. Dios ha sido tan bueno con nosotros que no quiso mantener oculto de nosotros, sus hijos, su designio secreto. Un día, nuestro cuerpo corruptible será transformado en incorruptible, nuestro cuerpo mortal será revestido de inmortalidad. Todo esto, por la gracia y misericordia de Jesucristo por nosotros.