[Serie Dichosos los que sufren] Aceptación y paz Muestra

El Señor te bendiga y te proteja

La Palabra de Dios es un tesoro lleno de joyas y piedras preciosas. De hecho, en los Evangelios, Jesús compara al reino de Dios con una perla de gran precio y con un tesoro encontrado. Su valor es inconmensurable.

Una de las joyas que podemos hallar y atesorar en nuestro corazón es la bendición sacerdotal que se halla en el libro de Números, en el Antiguo Testamento. Esta bendición fue dada por Dios a Moisés para ser enseñada a Aarón y a sus hijos quienes como sacerdotes, debían pronunciar esta bendición sobre el pueblo de Dios.

Así como Jesús enseñó a sus discípulos a orar (Mateo 6:9–13), Dios Padre enseñó a los líderes espirituales cómo debían bendecir a su pueblo. 

Es una oración muy corta pero no por ello deja de ser profunda y preciosa:

«Que el Señor te bendiga y te proteja;

que el Señor te mire con agrado

y te muestre su bondad;

que el Señor te mire con amor

y te conceda la paz».

Hoy te invito a que recibas estas palabras y las atesores en tu corazón. Las bendiciones y la paz de Dios son tuyas, son un regalo que Dios te ha dado porque eres precioso/a para él. 

De hecho, vales tanto para Dios, que decidió enviar a su único Hijo para que dé su vida en sacrificio por amor a ti y a mí. Jesús tomó nuestro lugar en la cruz, el lugar que nos correspondía ocupar a nosotros por haber pecado. Venció a la muerte y resucitó, dándonos vida eterna, bendiciones espirituales, protección, amor y paz. 

Reflexiona: ¿Puedo caminar confiadamente sabiendo que Dios me ha bendecido y protege mi camino? ¿Puedo sentir la mirada de amor del Señor sobre mi vida? ¿Puedo reconocer su bondad y su paz sobre mí?

La promesa de bendición que Dios nos da, nos llena de esperanza y de confianza. En ese día en que estaremos no solo con él, sino también con todos aquellos que han creído en su obra de salvación de toda la humanidad, participaremos de la bendición de ver su rostro, cara a cara le veremos. 

Hoy, puedes alzar tus ojos al cielo y agradecer a Dios por todas las bendiciones que ha soltado sobre tu vida. Su protección está sobre ti. Su bondad te ha sido revelada a través del amor demostrado en la cruz. Y la paz que has recibido al ser reconciliado con Dios gracias al sacrificio de Cristo, llena tus pensamientos más allá de lo que podamos imaginar. Puedes decir junto a mí, soy bendito/a del Señor. Su bendición, su rostro, resplandece sobre mí.