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Jesús en Navidad

DÍA 5 DE 5

Al contemplar el pesebre (que significa mirar a Jesús y amarlo al mismo tiempo), la fe cristiana enciende su gozosa expectativa de que el Cristo que vino a la historia un día también vendrá en gloria.


La Navidad despierta el anhelo por la parusía, la segunda venida. Despierta la esperanza en aquella revolución anunciada, en aquel terremoto venidero que hace posible el discipulado radical, marcando el comienzo de lo que será el cumplimiento supremo de la historia de la humanidad.


La esperanza cristiana no es optimismo ingenuo, ni una quimera frágil que produce desaliento y fracaso. Por el contrario, la esperanza, destello de la victoria de Jesús, permanece firme y serena ante situaciones extremas como el cáncer terminal. La esperanza cristiana se mantiene confiada frente a situaciones como la masacre en el aeropuerto de Roma, el turbulento golfo persa, el polvorín que llamamos Medio Oriente, la agonía en países como El Salvador, Honduras y Nicaragua. La esperanza permanece imperturbable ante los legalistas, puritanos, jansenistas, aguafiestas y profetas de la desgracia que aparecieron en escena desde aquella noche inolvidable cuando María dio una palmada a su bebé y el niño Jesús con su llanto de gozo irrumpió en un mundo silencioso y expectante.


En el llanto mesiánico, el cristiano discierne una voz sonora y salvadora que dice: “¡Silencio! Mantén la calma. Todo está bien. Estoy aquí. No temas. El mundo ya no está en manos del malvado sino en los brazos de un amoroso Pastor. Al final todo estará bien. Nada puede lastimarte para siempre. Ningún sufrimiento es irrevocable, ninguna pérdida es eterna, ninguna derrota es definitiva, ninguna desilusión es absoluta. Nada puede separarnos; ni los problemas, ni las preocupaciones, ni las persecuciones, ni la falta de ropa o alimento, ni los ataques o las invasiones. No existe algo en la vida o en la muerte que se interponga entre tú y el amor del Dios representado visiblemente esta noche en este pesebre”.


La esperanza cristiana es el espíritu que domina la época navideña, y no está reservada solo para un futuro espléndido que se aproxima. No se trata solamente de algo sobrenatural, de una promesa de recompensas celestiales después de la muerte. Jesús no nos pide que esperemos hasta el final para recibir ayuda y sanidad. La esperanza es la buena noticia de la gracia transformadora hoy. No solo somos libres del temor a la muerte sino del temor a la vida; somos liberados a una vida nueva, una vida de confianza, esperanza y compasión.

Día 4

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