Fragmentos del cieloMuestra

Escondite seguro

Porque Tú eres bueno, Dios;

Confío en tu infalible amor;

Soy amante de mi Dios;

Veré lluvias de bendición.

Amamos a Dios porque nos amó primero; es uno de sus atributos que más me apasiona. Cada vez que medito en la Palabra, concluyo que la base de todo es ese amor divino, puro y perfecto que entregó a su Unigénito, a su amado para que derramara cada gota de su sangre para la redención de nuestros pecados y que por sus llagas nos libró de toda dolencia y enfermedad que nos mantenía cautivos; de la maldición de la muerte al darnos su gracia, amor, libertad y vida en abundancia por la eternidad. El apóstol Pablo era consciente de la posición en la que Jesús se entregó por nosotros para tomar ese lugar que nos correspondía y Él no merecía, pero que con nobleza aceptó y en el que entregó todo. Gracias al amor divino de Cristo y su acto de valentía, se convirtió en nuestro hermano mayor, Primogénito de los hijos de nuestro bello Padre. ¡Participamos con Jesús de la herencia que Dios nos dio a través de Él! El Señor nos ama tanto que, aun imperfectos, entregó todo para que disfrutemos sus riquezas; la gratitud por manifestarle es dedicarnos fielmente a su causa, todo por ese amor del Cristo resucitado que padeció todo.

El Padre nos amó, ama y amará con un amor entrañable; siempre pienso en una frase que cautivó mi corazón: «Jesús pisó esta tierra con un letrero de Amor en su frente y por ese perfecto amor consumó todo en la cruz».