¿Dónde están los otros nueve?Muestra

Producto de la obediencia

Los leprosos obedecieron la orden de Jesús y comenzaron a caminar hacia donde estaban los sacerdotes, tal vez caminaron 100 metros y seguían igual, caminaron 200 metros y seguían siendo los mismos leprosos, completaron 500 metros y se veían unos a otros y seguían igual, supongamos que llegaron a los cinco kilómetros y de repente los diez fueron limpiados, fueron sanados mientras iban; quedaron limpios, no antes, no después. 

Es muy importante que vean, que fueron sanos mientras iban. Sabemos que nuestra fe mueve montañas, pero para que la fe funcione debemos movernos nosotros. Mucha gente ora: Dios dame dinero, pero no hacen nada para producir dinero. Señor quiero bajar de peso, pero no hace ejercicio y no hace dieta. Esa oración no tiene sentido. Hay una actitud religiosa, donde todo se le deja a Dios y tú no haces nada. 

Los leprosos en cambio, obedecieron aun cuando no se veía la sanidad. Comenzaron a hacer lo que tenían que hacer para lograr lo que anhelaban. Reintegrarse a sus hogares, a su comunidad era su sueño y ahora estaba cercano. Para que la montaña se mueva, debemos movernos primero. 

Si tu nombre es David, y tu gigante es Goliat, debes conseguir las piedras y ponerlas en tu honda, tirarlas al gigante. Si tu nombre es Noé, y sabes que vendrá el diluvio, debes ponerte a construir el arca; aunque tengas fe, debes ponerte a cortar troncos para que cuando llegue el momento hayas hecho lo indicado para que puedas salvarte. 

Necesitamos actuar de acuerdo a lo que tenemos que hacer. Estoy seguro que no somos David que vamos a matar a un gigante, ni somos Noé que debe construir un arca. Pero lo que Dios nos ha llamado a hacer y para que pasen las cosas, necesitamos hacerlo. Si la montaña se va a mover, necesitamos movernos nosotros.