Adicto A Estar Ocupado: Recuperación Para El Alma AceleradaMuestra

Distracciones

Admito que todo mi equipo electrónico es muy, muy guay. Y realmente lo es. Pero esto es lo que estoy aprendiendo que no mola tanto: llegar a estar más fascinado con mis cosas que con Dios.

Esto es un problema no porque yo lo diga, sino porque Dios lo dice en Mateo 11:28.

Cuando Dios dijo que el descanso se encuentra en Él, quiere decir que el descanso se encuentra en Él. Traducción: el verdadero descanso no se encuentra en ningún otro sitio. Recientemente escuché a un pastor en Maryland hablando acerca de la diferencia entre diversión y descanso. Tendemos a hacer una mejor que la otra, y la que hacemos bien no es el descanso. Un buen ejemplo: el año pasado mi familia y yo fuimos a Disney World por una semana completa, y volví más agotado que antes de irme. Y yo estaba muy cansado cuando despegamos. Puede que me haya librado del estrés de la vida diaria pero, ¿habré descansado siquiera? Esto es lo que Dios está insinuando aquí, que el descanso está ligado al estado de nuestras almas.

Reconocemos que un ritmo cardíaco sano es crítico para mantener la buena salud. Un latido constante es necesario, ¿verdad? Lo que nos cuesta mas trabajo admitir es que nuestras almas también necesitan ritmo. “Todos somos conscientes de que un corazón sano y unos ritmos diarios y anuales regulares son esenciales para la salud”, escribió la Dra. Christine Sine. “También sabemos que si nuestros latidos son irregulares debemos acudir al médico para que nos haga un chequeo. La mayoría de nosotros, sin embargo, no somos conscientes de los ritmos espirituales que son igual de cruciales para nuestra salud y bienestar. Dado que nuestras vidas están cada vez más desconectadas de los ritmos del mundo de Dios, no escuchamos el susurro subyacente del latido del corazón de Dios que tiene el propósito de sostenernos, y no somos conscientes de los síntomas que deberían alertarnos de nuestra creciente mala salud”.

Así que cuando Dios nos dice, “Vengan a mí, y yo les daré descanso,” no respondemos.

Dios lo intenta de nuevo: “Dejad vuestras cargas, hijos. Caminad conmigo, y vuestro caminar estará libre de cargas”. De nuevo, no respondemos.

Dios dice, “Quiero que estés fascinado no con baratijas, sino conmigo”. Aún no hay respuesta.

Siempre paciente y siempre persistente, Dios va a por ello una cuarta vez: “Reduce la velocidad. Levanta la vista. Quédate aquí conmigo”.

Creemos escuchar algo. Espera. ¿Era la voz de Dios? Miramos al cielo y decimos, “¿Eh? ¿Dios? ¿Eras tú? ¿Qué es ‘quedarse’?”

Pero antes de que tenga la oportunidad de responder, oímos sutiles sonidos de nuestros teléfonos—que nos avisan de nuevos mensajes de texto—. Entonces no podemos evitar mover los pulgares sobre nuestros teléfonos. Un punto para el enemigo de nuestras almas.