La gran comisión no es una opción: es una obligación

Cuando escuchas la palabra «Evangelismo», ¿piensas que te incluye? En esta serie queremos animarte a cumplir con la gran comisión que Jesús nos dejó y ser un agente de cambio en tu entorno.

Nos hemos convencido de que el trabajo de evangelizar solo le corresponde a los evangelistas, pastores, líderes o a los cristianos más fanáticos. Pero la verdad es que Jesús nos mandó a compartir nuestra fe, independientemente del cargo que tengamos en la congregación o los años que tengamos en el cristianismo.

Ser seguidor de Cristo tiene muchos beneficios; sin embargo, también tiene responsabilidades, y ambas van de la mano.

¿Qué clase de cristiano eres?

Imagina que descubres la cura para una enfermedad de la que sufres. En ese momento, tienes dos opciones:

1. Compartir la cura.
2. Quedarte con el secreto.

De igual forma, cuando aceptamos a Jesús en nuestro corazón y le obedecemos, sabemos que tenemos la salvación eterna. Mas cuando nos quedamos con ese regalo y no queremos compartirlo, es como si estuviéramos diciendo: «Ya me salvé, ¡qué importa el resto!»

Nuestra actitud indiferente hacia la salvación de los demás nos vuelve insensibles al dolor ajeno. Por eso debemos darle prioridad y ver el evangelismo como un acto de amor.

Además, cuando descubrimos algo bueno, ¿acaso no lo compartimos? Eso sucede con las películas que vemos, la música que escuchamos, los restaurantes que visitamos o cualquier cosa interesante que descubrimos. Si nos encanta hablar de algo que nos gusta y recomendarlo, ¿por qué no hacer lo mismo con las Buenas Nuevas?