[Tres cosas que aprender de David y Salomón] Parte 2Muestra

Creado para adorar

Al profundizar en la vida de David y Salomón, podemos aprender muchas lecciones valiosas. La lección más importante es sobre la importancia de adorar a Dios. En el Salmo 145, David alaba y glorifica a Dios. Habla del poder, grandeza, justicia, compasión y fidelidad de Dios. David nos recuerda que Dios es soberano y que todas las cosas vienen de Él. También nos recuerda que Dios es bueno y amoroso, siempre dispuesto a perdonar y mostrar misericordia.

Adorar a Dios significa más que solo entonar cantos. Se trata de reconocer quién es Dios y responder a lo que Él ha hecho. La adoración se trata de darle a Dios la gloria y el honor que le corresponde. Se trata de alinear nuestros corazones y mentes con su voluntad y sus caminos. Se trata de reconocer su soberanía y someternos a su autoridad.

David llama a todos a alabar al Señor. Al hacer esto, nos recuerda que la adoración no es para unos pocos elegidos, sino para todas las personas. La adoración no se limita al espacio dentro de las cuatro paredes de una iglesia. Debería ser una forma de vida. Cada aspecto de nuestras vidas debe ser un acto de adoración, incluidas las relaciones, el trabajo y otras actividades diarias.

David también nos recuerda que la adoración no se trata solo de lo que hacemos, sino también de lo que decimos. En el versículo 21, David escribe que su boca declarará la alabanza del Señor y que todo ser viviente debe bendecir el santo nombre de Dios para siempre. Nuestras palabras tienen poder y cuando hablamos de la bondad y grandeza de Dios, le estamos ofreciendo adoración.

Este es un recordatorio de que fuimos creados para la adoración y que es nuestro propósito principal como seres humanos. No fuimos creados simplemente para existir, sino para glorificar a Dios y disfrutarlo para siempre.

El Salmo 145 nos recuerda que adorar a Dios no es solo una actividad que hacemos los domingos, sino que es una forma de vida. Esforcémonos por vivir una vida de adoración. Es un gozo y un deleite adorar a Dios. No tienes que pensar en ello como una carga, sino más bien como la fuente de la verdadera vida, la vida eterna.