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Un lugar seguro

Cada fin de semana la gente entra en la iglesia y algunos se sienten como en tierra extraña. Cuando termina el servicio se marchan lo antes posible para evitar sentirse avergonzados o expuestos. Ven la iglesia como un lugar inseguro.

Cuando pensamos en lugares seguros, rara vez nos viene a la mente la iglesia. Tal vez tu lugar seguro sea tu casa, la casa de un pariente, o tu restaurante favorito. Un lugar seguro suele tener menos que ver con el lugar en sí y más con las personas que ocupan (o que no ocupan) ese espacio. Un lugar seguro es aquel que visitamos para disfrutar de la compañía de personas que nos quieren por ser solo quienes somos. Es donde podemos bajar la guardia, dejar de jugar y sentirnos en paz. Es un lugar al que anhelamos llegar, en el que nos quedamos todo el tiempo que podemos y del que resistimos marcharnos.

Los lugares seguros están marcados por la gracia. Son poco frecuentes, no ocurren por accidente; los construyen quienes han recorrido un camino de gracia y saben cómo llamar a otros a seguir ese mismo camino.

Durante muchos años la iglesia no fue un lugar seguro para mí. A pesar de haber crecido en la iglesia y de ser pastor de una, con frecuencia experimenté vergüenza y aislamiento en lugar de gracia. Me costaba brindar gracia a los demás. ¿Por qué? Era adicto a la pornografía. Lo tenía todo: una hermosa familia y una gran carrera. Pero por dentro, me estaba muriendo. Por mucho que lo intentara, orara y leyera la Biblia, no podía dejarlo. Mis atracones de imágenes en línea llevaron a mi matrimonio y a mi ministerio al borde de la destrucción.

Pero Dios hizo una asombrosa obra de sanidad en mi alma. Me condujo a la libertad personal y a una nueva era en mi matrimonio. Aprendí a ser sincero con los que me rodeaban. No estar bien, está bien. A medida que mi vida se transformaba, también lo hacían los entornos que me rodeaban. Mi matrimonio, mi familia y mi iglesia se han convertido en culturas de la gracia. No son perfectas, sigo siendo un ser humano imperfecto en un viaje y también lo son quienes me rodean. Sin embargo, este viaje ha producido frutos tanto en mí como a mi alrededor. Quiero compartir este viaje contigo. Ven y descubre la plenitud y la riqueza de la gracia de Dios en todos los ámbitos de tu vida: personal, relacional y en tu iglesia.