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DÍA 1 DE 3

Tu meta

Como sabemos, durante el tiempo en que se desarrolló el Nuevo Testamento, y debido a la influencia de Roma sobre Israel, ya encontramos referencias de los Juegos Olímpicos en la Biblia. En una de esas referencias, el Apóstol Pablo hace alusión a situaciones espirituales con las palabras «carrera» y «meta».

Para los atletas que corren en una carrera lo más importante es la meta, y tras la meta, la recompensa por haber llegado: la medalla o el trofeo. Una meta significa fijarse objetivos, no importa qué tan grandes o pequeños sean, son un punto a donde hay que llegar. Proponerte algo y alcanzarlo, ya representa una victoria; por lo que nunca hay una meta insignificante.

Para alcanzar una meta se requiere constancia y disciplina. Ninguna persona logra sus objetivos sin trabajar; el trabajo representa ese esfuerzo constante y disciplinado que te permite mejorar, ser más fuerte, más preciso, más veloz, y, como recompensa a ese trabajo, recibes un premio o una medalla al llegar a la meta.

A lo largo de nuestra vida, desde muy pequeños, vamos cumpliendo metas pequeñas y grandes, como aprender a caminar, terminar los estudios, conseguir un trabajo, emprender un negocio, etcétera. Y por cada una de esas victorias recibimos una recompensa.

Como creyentes también tenemos una meta. El Cielo es el lugar al que debemos llegar, donde Jesucristo nos está preparando una morada, y nuestra vida es la carrera para lograrlo. Cada uno decide cómo será esa carrera llamada vida. Puede ser un proceso triste y tormentoso alejados de Dios, que no nos garantiza llegar a la meta. O bien, puede ser un camino que disfrutemos, agradecidos y atentos a Su dirección. Debemos tener muy claro cuál es nuestra meta espiritual para poder hacer lo que nos corresponde, alistarnos, prepararnos y correr; esto es, ser constantes en buscar a Jesucristo, disciplinados en seguir los principios de vida y, obedientes a Su Palabra; pero también debemos saber que, incluso, a pesar de que no seamos los mejores, es Dios quien nos da la victoria.

Los corredores nunca se dejan solos entre sí, todo el tiempo se animan unos a otros a seguir adelante, a terminar la carrera. Lo mismo pasa con los creyentes, estamos juntos para poder apoyarnos y animarnos cuando pasamos por situaciones difíciles; corremos juntos esta carrera.

Señor, permíteme estar consciente todo el tiempo de la meta a la que debo llegar para que, así, todas mis decisiones, mi esfuerzo y mi trabajo me dirijan hacia Ti. Permíteme estar listo para animar a otros mientras corremos juntos.

Día 2

Acerca de este Plan

[FIT] Meta

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