Fuera Del DesiertoMuestra

Refréscate

Qué agradable es tomar un rico vaso de agua fría cuando sentimos un calor agotador. Lo disfrutamos muchísimo porque es exactamente lo que nuestro cuerpo sudoroso nos pide. A eso podemos añadirle la gentil sombra de un buen árbol o un agradable baño con agua fría. Sólo cuando estamos secos de la sed, extenuados y cansados, todas esas cosas las anhelamos por encima de cualquier otro deleite.

Como hemos venido hablando, hay circunstancias en las cuales nuestra alma también pasa por esos momentos de sed y fatiga. Algunos los describen como desiertos, sequedales, o tierra árida y seca. Creo que todos hemos transitado en algunas ocasiones por estos lugares.

El alma clama por agua que la pueda refrescar, es un anhelo tan profundo y a la misma vez tan cargado de debilidad. Casi sin fuerzas, sin ánimo, sintiendo que la sed agobia, que no se ve agua por ninguna parte, el alma lanza un quejido al cielo esperando recibir el refrigerio anhelado. Tomemos como ejemplo la oración del rey David.

“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo.”Sal. 42:1-2

Si continuamente nos refrescamos con la Palabra de Vida, con las promesas de Dios, si vamos a ese manantialque nos ha sido dado del cielo y tomamos del agua de vida, nuestra alma podrá enfrentar mejor el tiempo de sequía. De la misma manera que nos damos un rico baño todos los días, así mismo debemos procurar conscientemente refrescar nuestra alma.

Es un hecho que cuánto más seca está la tierra más dificultad tiene el agua para filtrarse en ella. Pero una tierra que continuamente es regada, aun en el tiempo de sequía tiene más probabilidades de volver a ser una tierra fértil. No esperemos a tener una fuerte sed espiritual para querer saciar el alma a toda prisa. Refresquémonos ahora, cada día. Tomemos del manantial de vida que Dios nos ha provisto para que podamos permanecer fuertes y productivos, saciados y renovados.

Y no perdamos nunca de vista que nuestro Dios, “Vuelve el desierto en estanques de aguas, y la tierra seca en manantiales.”Sal. 107:35