No dejes de brillarMuestra

"No dejes de brillar"

Sabemos que a pesar de ser hijos de Dios, podemos caer en pecado fácilmente. Sé que entienden del dolor y la vergüenza producto de caer en pecado. Bendito dolor, bendita vergüenza porque a través de ella podemos ser sensibles a la exhortación y el obrar que el Espíritu Santo ejerce en nosotros para llevarnos al arrepentimiento.

Sé que muchas veces decimos: "¡Otra vez Señor, otra vez te fallé con lo mismo!" y nos llenamos de frustración e impotencia. Llegamos al punto de repudiarnos tanto que creemos, en esos momentos, que es imperdonable lo que hemos hecho; y llegamos a la conclusión de que no somos dignos de recibir una vez más su misericordia y su perdón. Nos llena de hastío caer tan fácilmente en aquellos pecados de los cuales ya hemos sido libres por Jesús, nos llena de indignación fallarle de esa forma a quien tanto dio por amor a nosotros.

En esos momentos, podemos llegar a pensar que la Luz de Jesús en nosotros ha sido apagada y nos puede resultar difícil comprender que el Espíritu de Dios pueda encender con intensidad su Luz en nosotros. Sin embargo, no es así. El pecado no puede apagar su Luz. El arrepentimiento obra como aceite que enciende nuevamente el brillo resplandeciente de Jesús a través de nosotros por el poder del Espíritu. Esto sucede cuando hay frutos dignos de arrepentimiento, frutos que confirman la gratitud, el amor y la rendición que tenemos ante la voluntad de nuestro Padre; dejando atrás aquello que va en contra de su Palabra y de su carácter justo y santo.

No podemos dejar de brillar; no dejes de brillar:

Si estás en terreno hostil donde consideras que puede ser opacada tu Luz, huye de ese lugar. No te dejes arrastrar hacia la oscuridad de este mundo. No vale la pena volver atrás dando por menos lo que ya Dios ha hecho en ti a través de su Hijo Jesús.

Si consideras que tu Luz se está apagando poco a poco, porque reconoces que ha menguado tu comunión con el Padre y con su Hijo Jesús, es hora de que te arrepientas. Ve corriendo a los pies de tu Señor y Salvador Jesucristo, corre al Trono de la Gracia para que recibas su perdón, para que su Luz se encienda con intensidad en ti. No dejes de brillar. Está en la obediencia no permitir que eso suceda. Reconoce hoy que su Luz debe resplandecer con poder y gloria a través de todo cuanto vivimos, porque al fin de cuentas, es a Él a quien pertenecemos.