«Y vivieron felices para siempre»Muestra

Oren por los niños

¿Ha oído alguna vez hablar de lo que les sucede a las hijas de los pastores? Yo sí y me asusta. La otra noche me colé en la habitación de mi hija y me arrodillé al lado de su cama. Sus coletas sobresalían mientras su carita se acurrucaba en un mar de animalitos de peluche. Yo sonreí y oré. Porque sé lo que está por venir. Con la altura de una niña grande y los dientes de una niña grande vienen los deseos de una niña grande. Por mucho que quiera amenazar a todos los chicos que hablan con ella con la Biblia alemana encuadernada en cuero más gruesa que pueda encontrar, sé que no puedo hacerlo. Así es como las hijas de los pastores se vuelven rebeldes.

Entonces, ¿qué hago? Oro. Oro por el chico que algún día llamará su atención. Oro por que él conozca a Dios. Al Dios que da. Al Dios que perdona. Al Dios que murió para que él pudiera vivir. Y oro por sus padres. Oro por que le muestren lo que sucede cuando Jesús está en el centro, cuando un hombre lidera preguntando: «¿Cómo puedo ayudar?» Oro, y luego voy a tomar la mano de la mujer que adora a Dios conmigo todos los días. Pienso en las palabras del salmista, «¡Qué bueno es, y qué agradable, que los hermanos [incluyendo a esposos y esposas] convivan en armonía!» (Salmo 133:1).

¿Puede empezar usted a orar hoy? ¿Por su hijo o por su hija? ¿Por su sobrina o su sobrino? ¿Por los niños pequeños a los que saluda amigablemente en la iglesia? Tal vez usted pueda ayudar a llevarlos al único lugar que verdaderamente es feliz para siempre: la presencia de Dios.

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