El campo de Dios

El día en que Jesús entregó su vida para darnos salvación, Dios estaba sembrando la semilla de vida, fe y esperanza que las naciones necesitan. En aquel momento, Dios hizo del mundo su campo y extendió su amor por toda la tierra.

Es necesario que todo ser humano escuche esta verdad y reciba en su corazón la semilla de la fe, la cual brota y da fruto inmediato. Pero para esto se hace necesario contar con obreros dispuestos a recorrer el campo del Señor, obreros que comprendan que la cosecha no es de ellos sino del dueño del campo, hombres y mujeres dispuestos a entregarse por la causa de Dios.

Jesús nos manda a orar pidiéndole al Padre que envíe obreros a su campo, y eso es lo que haremos. ¿Pero quién sabe si al finalizar esa oración la respuesta a esa necesidad seas tú?

¡Vayan ustedes! Fue la orden del Señor, y a esa voz acudiremos.

Nuestra oración hoy es: “Padre, te pedimos por hombres y mujeres dispuestos a llevar la voz de tu evangelio en nuestra nación. Y si hoy tú me llamas a tu obra, responderé heme aquí Señor, dispuesto a trabajar en el campo de Dios.”