Un Amor ImpactanteMuestra

El Amor del Padre

La audiencia del siglo I del Medio Oriente que escuchó a Jesús contar la historia del hijo perdido, vivía en una cultura de honor-vergüenza. Estaban familiarizados con el cumplimiento de normas específicas para obtener respeto y estatus dentro de la sociedad. En esta historia, las acciones del hijo se desvían de las expectativas de la sociedad, lo cual resulta en vergüenza para sí mismo y su familia.

En la antigua cultura judía estaban preparados para responder a una situación como esta. En una práctica llamada la ceremonia de kezazah, un individuo que era motivo de vergüenza era oficialmente cortado del resto de la comunidad. Esta era una práctica tan extendida que la palabra «ostracismo» en español se deriva del término griego que la describe. Si un miembro de la comunidad hacía algo que fuera motivo de vergüenza y tenía la audacia de mostrar su rostro nuevamente, la aldea le cortaba el paso en los límites del pueblo y lanzaban una olla de barro al suelo para hacerla pedazos.

La olla destrozada era una representación visual del individuo que era motivo de vergüenza: roto irreparablemente y desterrado para siempre de la comunidad.

Aquí es donde ocurre el impactante giro de los acontecimientos en la historia de Jesús. El hijo va de camino de regreso a la aldea y los oyentes, sentados alrededor de Jesús, esperaban escuchar cómo se llevaría a cabo la ceremonia de kezazah. Pero no sucede. En cambio, el padre ve al derrochador en el horizonte, se recoge la falda de la túnica y corre hacia su hijo.

Que un anciano reconocido de la comunidad se recogiera la túnica y expusiera sus tobillos era algo inaudito. No correría hacia el límite de su propiedad para saludar a alguien, en especial a un marginado. Sin duda, no correría en absoluto, ¡sería algo indigno! Pero el padre de la historia de Jesús desafía todas las expectativas con el fin de restaurar la reputación de su hijo. Voluntariamente toma la vergüenza sobre sí al adelantarse para ir al encuentro de su hijo y evitar que la aldea lo avergüence y lo destierre para siempre.

Reflexión: Durante su ministerio, Jesús dio vida a esta parábola cuando quitó la vergüenza de una mujer sorprendida en adulterio. Al igual que la mujer adúltera, ¿continúas viviendo en tu vergüenza, o estás dispuesto a permitir que Jesús te alivie de ella y cambie tu vida para siempre?

Oración: Padre, gracias por tu amor impactante que toma mi vergüenza y me perdona cuando me desvío. Ayúdame a recordar que tu amor es diferente de lo que experimento en el mundo. No falla. NO PUEDE fallar, incluso cuando yo te fallo.