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Kingdom Come

DÍA 5 DE 15

ORACIÓN:



Dios, cuando esté tentado a no conceder la gracia a otros, recuérdame que Tú estás dispuesto a extender la tuya sobre mí. 







LECTURA:



Al leer la parábola en Lucas 15, es tentador describir al hermano mayor como alguien arrogante y auto justificado, alguien con quien no nos identificamos. Pero si hacemos eso, nos estaríamos olvidando de una verdad importante: Todos tenemos un “hermano mayor” dentro nuestro.







Si miras de cerca al hermano mayor encontrarás que su reacción no era tan extrema después de todo. Su ira principalmente es un tema de justicia. Él cree que simplemente no es justo que su padre trate a su hermano de la misma forma que a él. Honestamente, él tiene razón. ¿Acaso no merece más que su hermano? ¿No es que su obediencia y estabilidad le hacen merecedor de más?







Siempre vemos el ofrecimiento de gracia de Dios como algo positivo. Pero a veces, si miramos nuestras propias vidas y relaciones, la gracia puede ser una piedra de tropiezo. Si permitimos que la comparación se entrometa, la gracia nos traerá grandes problemas. No es justa. 







¿Cómo puede ser justo para Dios perdonar el pecado de alguien, especialmente si somos nosotros los que hemos sido lastimados? Pablo les habló de esto en su carta a los cristianos en Roma. 







Dios presentó a Cristo como un sacrificio de expiación a través del derramamiento de Su sangre, para ser recibido por fe. Él hizo esto para demostrar Su justicia ya que con su paciencia había dejado sin castigo los pecados cometidos de antemano, Él lo hizo para demostrar Su justicia en este tiempo; para ser justo y también ser Aquel que justifica a los que tienen fe en Jesús.



—Romanos 3:25–26







¿Cómo puede Dios ser a la vez “justo” y “el que justifica” a aquellos que han pecado? ¿Está escondiendo la basura debajo de la alfombra como si nada hubiese pasado? ¿Significa que no toma en serio al pecado?







Parece contradictorio, y lo es, a no ser que haya algo más, a no ser que de alguna manera el precio del pecado pueda ser pagado sin que el pecador intervenga. Pablo escribe que Jesús es nuestro “sacrificio de expiación”, el sacrificio que pagó el precio para que estemos en la posición correcta ante Dios. 







Jesús es la respuesta al problema que presenta la gracia. A través de Él, Dios puede ser “aquel que justifica” mientras sigue siendo “justo” al ser el que libera consecuentemente del pecado.







Entonces, cuando estés tentado a no concederle la gracia y el perdón a alguien porque no lo merece, recuerda que Jesús no viene a nosotros diciendo “Te amo porque eres perfecto". Al contrario, Él viene a nosotros en nuestros deficiencias y nos dice “Te amo tal cual eres, ya pagué el precio para que seas perfecto". Dios no se conformó con ser justo en esta relación contigo; Él pagó el precio voluntariamente. Cuando se trata de nuestra relación con Dios, no necesitamos que sea justo, necesitamos Su gracia. Ya que nosotros hemos recibido algo tan precioso, deberíamos ser los primeros en la fila en extender la gracia a los demás.











REFLEXIÓN:



 Toma un tiempo para analizar estas preguntas acerca de tu vida:



• ¿Dónde has estado reteniendo la gracia? ¿Hay alguna persona o circunstancia que te venga a la mente? ¿Por qué te resulta tan difícil extender la gracia en esa situación?



• ¿Hay alguien en tu vida que crees que está lejos de alcanzar la gracia? ¿Qué tal si trajeras a esa persona o situación ante el Padre y le pidieras que Su corazón de gracia se forme en ti?







Una vez que hayas contestado las preguntas de arriba, encuentra un lugar tranquilo y silencioso para sentarte por unos minutos con Jesús. Mientras te quedas quieto, extiende tus manos con los puños cerrados y hacia abajo. Imagínate al Padre abrazando a la persona que te lastimó. Si sientes que la tensión aumenta, aprieta más los puños. Quédate así un rato más si lo necesitas. Cuando estés listo, respira hondo y pídele a Dios que te dé Su corazón hacia esta persona. Gira tus muñecas palmas arriba. Relájate y respira hondo mientras abres tus manos y se las entregas al Padre. 







Si no estás listo para soltar la tensión, deja que este ejercicio sea una oración genuina para que Dios te ayude a moverte en esa dirección.














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Acerca de este Plan

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