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Discerniendo la profecía y las señales de los últimos tiempos

DÍA 6 DE 11

La plenitud de los tiempos


Para entender cómo se desarrollará el fin de los tiempos, debemos darnos cuenta de que Dios es un Dios de ciclos, tiempos y temporadas sobrenaturales, las cuales Él determina. Un ciclo es un período de tiempo que tiene un punto de inicio y un punto final. Una temporada es un período de tiempo marcado por favor sobrenatural. Los tiempos señalados por Dios son diferentes del tiempo en la tierra, ya que lo experimentamos día a día y año a año. Los seres humanos experimentamos los ciclos y temporadas de Dios dentro de nuestro ámbito terrenal y sus restricciones temporales. Sin embargo, debido a que son sobrenaturales y eternos, trascienden el tiempo. Esta es otra razón por la que, como discutimos anteriormente, las fiestas del Señor nos permiten determinar el horario de Dios. Las fiestas se basan en las temporadas de Dios.


Además de los ciclos espirituales, tiempos y temporadas, existe la “plenitud de los tiempos”:


Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación de la plenitud de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. (Efesios 1:9–10)


Proféticamente, una plenitud de tiempo representa madurez, perfección, reconciliación, consolidación, crecimiento pleno y tiempo de cumplimiento. Es el clímax o punto culminante de un ciclo. La “plenitud de los tiempos” mencionada en el primer capítulo de Efesios se refiere al final de un período ordenado de tiempo o un ciclo que Dios ha propuesto. Él formuló este ciclo de acuerdo con la plenitud de su propio ser. Esta “plenitud de los tiempos” final habla de todas las cosas reunidas en Cristo al final de todos los tiempos.


La plenitud de los tiempos es el medio por el cual los propósitos de Dios para el mundo se concentrarán en un vértice. En su punto máximo, esta plenitud traerá como consecuencia el cumplimiento de todas las profecías restantes. La plenitud es progresiva, acumulativa y generacional. Una determinada generación puede tener el privilegio de ver cómo la acumulación alcanza su plenitud, pero esa plenitud se ha ido gestando a lo largo de muchas generaciones precedentes.


El fin de una era


En lo que respecta a la iglesia, hay una diferencia entre la plenitud de los tiempos y el fin de una era. La plenitud de los tiempos es la culminación de todas las cosas, mientras que el fin de una era es la finalización de un aspecto de los propósitos de Dios. 


Incluso la segunda venida de Cristo al comienzo de la era milenaria concierne a la plenitud de una era o de un tiempo, pero no de todos los tiempos. Por eso es muy importante que entendamos la plenitud de los tiempos.


La plenitud de nuestros tiempos se manifestará al completarse el megaciclo de Dios. Me refiero a este ciclo como “mega” porque habrá una convergencia de la gloria primera con la gloria postrera, lo natural con lo espiritual. (Vea Hageo 2:6–9). 


No todos los finales de una era lucen iguales, pero lo que sí es común a todos es que marcan la conclusión de algo viejo y el nacimiento de algo nuevo. Si no se manifiesta algo nuevo, es correcto decir que aún seguimos en la misma era. Por ejemplo, después de la llegada de Jesús, Juan el Bautista se fue; así, el final de la misión de Juan marcó el comienzo del ministerio de Jesús. Jesús y Juan fueron contemporáneos, habiendo nacido con solo algunos meses de diferencia. Sin embargo, sus ministerios fueron para tiempos diferentes. La misión de Juan cerró el antiguo pacto, mientras que la misión de Jesús abrió el nuevo pacto.


Consideremos varios eventos para los cuales hubo una plenitud de tiempo. Jesús nació en la plenitud de un tiempo —el tiempo de la ley bajo el antiguo pacto—. “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4).


La iglesia nació en la plenitud de un tiempo durante la fiesta de Pentecostés. Sabemos que la iglesia no nació al azar porque Jesús había sido muy específico al respecto con Sus discípulos antes de ascender al trono del Padre. Les dijo que esperaran a que el tiempo se cumpliera, que el Espíritu Santo les sería enviado en Su lugar. (Vea Lucas 24:49).


Jesús volverá por su novia en la plenitud de un tiempo que marca el fin de la era de la iglesia. (Vea 1 Tesalonicenses 4:15–17). Y, como mencioné anteriormente, Jesús regresará a la tierra para comenzar Su reinado milenario en la culminación de un tiempo al final de la gran tribulación; entonces, el mundo comenzará una nueva era de mil años en la que todas las naciones adorarán a Cristo como Rey antes de la batalla final de Cristo contra Satanás y el triunfo sobre todo el mal.


¿En qué se basa la plenitud?


¿Cómo podemos reconocer la plenitud de un tiempo? La plenitud se basa en dos eventos muy marcados: la manifestación y la cosecha. Veamos cada uno de estos elementos por separado.


La manifestación


No podemos definir la cosecha sin definir primero la manifestación. Estamos a punto de ver la mayor cosecha de almas para el reino que haya ocurrido jamás. Pero primero seremos testigos de la manifestación de promesas divinas, sueños, visiones, profecías, milagros, señales, maravillas y recursos que aún no se han cumplido para el pueblo de Dios. Recuerde que, a medida que el megaciclo de Dios culmine, habrá una confluencia de la gloria primera con la gloria postrera, en cumplimiento de Su Palabra: “Yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite” (Deuteronomio 11:14).


La cosecha


La cosecha es el clímax de la acumulación espiritual, donde vemos la madurez o la plenitud del fruto. Esto ocurrirá al mismo tiempo que veamos la manifestación. Varias de las fiestas en el Antiguo Testamento ocurren alrededor de la época de la cosecha. “Jesús les dijo [a Sus discípulos]: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Juan 4:34–35). Aquí Jesús habla de una cosecha espiritual, diciendo que el fruto ya ha madurado y se ha manifestado para el reino de Dios.


Podemos ver que la cosecha de las semillas sembradas para el evangelio durante muchos años se está cosechando y seguirá cosechándose en todo el mundo, incluso en América Latina y África. ¡La cosecha de almas de los últimos tiempos está lista!


En nuestro próximo devocional, veremos cuatro tipos de plenitud que podemos esperar en estos últimos días.

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Acerca de este Plan

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Nos gustaría agradecer a Whitaker House por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite:  https://www.espanolwh.com/book-authors/guillermo-maldonado/

 

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