La gracia de Dios  Muestra

La gracia de Dios

El concepto de la gracia de Dios es familiar para la mayoría de los seguidores de Jesús. Aún así, puede ser complicado de entender y aún más difícil de explicar. Entonces, ¿qué es la gracia exactamente? La palabra griega para gracia es charis, y significa buena voluntad, bondad y favor. Es el favor inmerecido de Dios y el amor incondicional dado a un mundo que no lo merece. No hicimos nada para ganarlo. 

El mundo entero necesita la gracia. Se viva en un palacio o una prisión, es 100% gratuita para quienes la recibimos. Aunque es gratis para nosotros, a Dios le costó todo. La gracia se dio de una manera extraordinaria a través del Hijo de Dios, Jesús. 

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Juan 3:16 NVI).

Esa es la esencia de la gracia ilimitada de Dios. Jesús fue enviado a morir en la cruz antes de que alguien pudiera recibirlo. Nadie está libre de pecado, y todos estamos por debajo del estándar de Dios:

Sin embargo, en su gracia, Dios gratuitamente nos hace justos a sus ojos por medio de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de nuestros pecados (Romanos 3:24 NTV).

Solo tenemos que decir sí a Jesús.

Algunas formas de desglosar el significado de la gracia:

Es el trato de Dios como si nunca hubiéramos pecado.

Significa que los fracasos pasados tienen un propósito más que avergonzarnos.

Vence al más duro de los corazones.

Nos encuentra justo donde estamos, pero no nos deja allí. 

No tiene requisitos. Solo tenemos que reconocer que la necesitamos.

Todos estamos en quiebra espiritual fuera de la gracia. Esta no se puede comprar, ni ganar. Pero a menudo nos atrae ganar (un ingreso, recompensas, respeto). Así, nos sentimos bien por haber hecho algo que justifica recibir un elogio, recompensa o pago. Mas cuando se nos da un regalo gratuito —como la gracia— no sabemos aceptar algo por lo que no nos esforzamos. 

Por eso tenemos que entender la gracia como un regalo. Probablemente hemos recibido regalos de cumpleaños y navidad, entonces, solemos decir la palabra más conocida —gracias. Hagamos lo mismo con la gracia de Dios. No la merecemos, no podemos ganarla ni pagarla. Por tanto, debemos solo agradecer por ella. 

No importa cuán malas parezcan nuestras decisiones, nunca estamos fuera del alcance de la gracia de Dios. Aún en los días en los que creemos tener todo controlado, no dejamos de necesitarla. Ahora que sabemos lo que es y que no hemos hecho nada para ganarla, profundicemos un poco más en cómo vivir la gracia que se nos ha concedido tan misericordiosamente.