[Serie Máximo Gozo] Amor PerfectoMuestra

La fuente – el mandamiento de amar

A lo largo de estos días, Juan nos ha estado llamando al amor perfecto. Estamos llamados a ser como Jesús, el único, hasta donde sabemos y creemos que vivió una vida perfecta. Entonces, ¿cómo podemos lidiar con esto? ¿Cómo podemos unir las demandas de las Escrituras con las realidades de la vida?

Una solución a esta tensión entre la expectativa sagrada y el desempeño impío es cambiar el estándar. Para lograrlo, terminamos relativizando las demandas. "Nadie puede ser perfecto, ya sabes, así que debe haber algún tipo de escalera móvil aquí". El resultado de este tipo de pensamiento es la comparación. Comparamos nuestra justicia con la justicia de quienes nos rodean, ya sea en la iglesia o en el mundo. Esto nos hace sentir bastante bien con nosotros mismos. Pero este tipo de comparación en la iglesia conduce al juicio y al legalismo, y esto lleva a una pérdida del gozo. La presión del desempeño, incluso si el estándar se ha cambiado a una justicia relativa, arranca el fruto del Espíritu del árbol de la vida cristiana victoriosa.

Hay otra solución a la tensión entre el estándar de perfección y nuestro rendimiento imperfecto. La solución no es cambiar el estándar. Dios explicó el estándar en las Escrituras muy claramente. Ser perfecto. Sé como Jesús. No hay nada malo con ese estándar. El problema no es el estándar. El problema es la fuente. Seguramente alguien dirá: "Puedo amar a Dios sin amar a mi hermano". Es una vieja objeción. Juan dirá: “No, no estamos cambiando el estándar”. De esta manera, reafirma el mandato de amar (4:20–5:1) y la medida del amor (5:2-3). Pero cuando explica los medios para amar (5:4-5), Juan señala una nueva fuente que nos permite cumplir con el estándar perfecto de Dios. Él no cambia el estándar; cambia la fuente.

“Si alguien afirma: “Yo amo a Dios”, pero odia a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto. Y él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano. Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios, y todo el que ama al padre ama también a sus hijos” (4:20–5:1) NVI. 

La mayoría de los cristianos retrocederán ante la perspectiva de amar a nuestros hermanos y hermanas con amor perfecto. Pero ¿cómo puedes amar a alguien que nunca has visto si no puedes amar a alguien que has visto? (Fácil, podríamos decir. Nuestro problema es que hemos visto a otros cristianos de cerca y no nos gusta lo que vemos. No vemos fallas en Dios, así que es fácil amarlo en comparación con nuestro hermano cristiano).

Aquí debemos recordarnos del tipo de amor del que habla Juan. El énfasis aquí no está en sentimientos o emociones, sino en acciones y obras (3:16-18). El problema es la acción. ¿Recuerdas el ejemplo de amor de Juan en 1 Juan 3:17? Si vemos a nuestro hermano necesitado y no hacemos algo al respecto, ¿cómo permanece en nosotros el amor de Dios? Si puedo ver un ser físico y no estoy dispuesto a satisfacer sus necesidades físicas, ¿cómo puedo amar a un ser espiritual cuyas necesidades no puedo ver? Ese es su razonamiento.

Nuestro amor por las personas que confiesan a Cristo no se basa en su desempeño. Si los demás supieran todo sobre ti, ¿merecerías ser amado? No, nuestro amor por el hijo de Dios se basa en nuestro amor por el Padre de ese niño. Si amamos al "Engendrador", deberíamos amar al "engendrado". Si amamos al Padre, deberíamos amar a Sus hijos. Dios es la fuente, Dios es amor y a medida que crecemos en nuestra comunión con Él, nuestro amor por los demás también crecerá.