Sobrevivir al dolor: devociones para padres en dueloMuestra

Sé que ahora mismo no puedes imaginar un solo día sin dolor. Lo sé. Para ser honesto, la mayoría de los días todavía empiezan y terminan (con algunas puñaladas en el medio) con algo de dolor para mí, incluso tantos años después. 

No es en esta vida donde espero estar libre de dolor. Mi corazón se aferra a las firmes Escrituras donde Dios promete arreglar todo lo que se ha roto. Algún día tu corazón ya no estará más roto. Algún día, la muerte terminará para siempre. No habrán tumbas en el cielo. Cuando Dios cree el nuevo cielo y la nueva tierra, no habrán hospitales, ni funerarias, ni cementerios. ¡Oh gloriosos día! 

¿Puedes imaginar tal lugar? Por un momento, trata de imaginar un mundo sin accidentes que quitan la vida en un momento. Sin cuerpos que se rompen y apagan. Sin cáncer. Sin defectos de nacimiento. Sin mal contra el que luchar. Sin adicciones. Sin pecado. Sin enfermedades cardíacas. Sin enfermedades renales. Sin rebelión. Sin asesinato. Sin sobredosis. Sin suicidios. Sin infertilidad. Sin pérdidas de embarazo. Sin familias abandonadas. Sin camas vacías. Sin sillas vacías alrededor de la mesa. Sin más dolor. La tristeza no existirá. La depresión no puede desliarse. La ansiedad no puede robar tu gozo. 

Si crees en Dios el Padre y Jesús el Salvador, puedes descansar en el hecho de que el cielo llegará. Algún día, el cielo será tu realidad. Siempre que pienso en el cielo, y pienso en ver a Dios cara a cara, me pregunto si le preguntaré. Me pregunto si esa duda estará aún en mi corazón. Si se escapará de mis labios: ¿por qué? ¿Le preguntaré a Dios por qué mi hijo tuvo que morir? No lo sé. 

Algunas veces pienso que el cielo va a ser tan grandioso y perfecto que de alguna manera entenderé cuán quebrantada está la vida humana. Perder a Austin tendrá sentido para mí. Otras veces imagino a Dios haciendo espacio a Su lado, espacio para mí para que me siente al lado de mi Dios Padre y tengamos una larga charla sobre mi vida, sobre la vida de Austin, nuestro tiempo en la tierra y cómo Él usó todo para Su gloria. 

Me lo imagino con tristeza en Sus ojos mientras me habla a mí, Su hijo. Me muestra la botella donde juntó todas mis lágrimas. Se abre el libro donde registró cada uno de mis días de duelo, cada una de mis lágrimas. Hay razones. Algunas no tienen que ver conmigo, pero tienen todo que ver con Él. 

De pronto entenderé que todas las cosas en la tierra pertenecen al Dios Todopoderoso. Todas las cosas suceden por Su Reino, Su gloria. Mi vida, la vida de mi hijo, mi familia, sólo somos parte de Su historia. El final de Su historia, sin embargo, es lo que mi corazón anhela, gloria eterna, no más muerte, no más dolor. 

Hasta ese día, ¡tendremos que seguir intentando imaginarlo! Deja que tu corazón sea elevado al imaginar el cielo hoy. Permite que tu mente se acalle a través de un vistazo de la gloria. Encuentra un lugar para dejar que el sol brille en tu cara, cierra tus ojos, y trata de imaginar el mundo que nos espera. Imagina el día en que veas a Dios cara a cara: 

“Ya no será el sol tu luz durante el día, ni con su resplandor te alumbrará la luna, porque el Señor será tu luz eterna; tu Dios será tu gloria. Tu sol no volverá a ponerse, ni menguará tu luna; será el Señor tu luz eterna, y llegarán a su fin tus días de duelo” (Isaías 60:19–20 NVI).