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DÍA 3 DE 5

Parte de la familia



En su introducción a Filipenses, Pablo se identificó a sí mismo como un siervo de Jesucristo y escribió a los santos en Él. Su elección de palabras aquí es significativa en ambos aspectos. En todo el Antiguo Testamento, a los líderes israelitas se les dió la distinción de ser llamados siervos de Dios.



Cuando Pablo se presentó, hizo un pequeño cambio. Pablo no se llamó a sí mismo siervo de Dios ni siervo del Señor. Dijo que era un siervo de Jesucristo. Esta elección de palabras tiene una implicación importante: igualó a Jesús con Dios.



Si bien esto puede ser una vieja noticia para ti y para mí, es significativo desde una perspectiva histórica que Pablo creyera que Jesús y Dios son lo mismo. El entendimiento de que Jesús es Dios no es una leyenda que se desarrolló cientos de años después de Su muerte, cuando la gente se había olvidado de la persona real. Aquellos que lo siguieron y lo conocieron personalmente creyeron que Jesús era completamente Dios y completamente hombre.



También es alentador notar que Pablo se dirigió a los filipenses como santos. De hecho, este es el término que usaba habitualmente en sus cartas cuando se refería a sus hermanos en la fe. (Pablo nunca escribió a los "pecadores en Roma" ni a ningún otro lugar para el caso).



Una vez que somos parte de la familia de Dios, somos considerados santos, no pecadores. Ser santo no significa ser perfectos. Es en lo que nos convertimos cuando creemos. Nuestra identidad no significa que estemos libres de nuestra lucha contra el pecado. Cometeremos errores toda nuestra vida. Sin embargo, hay una gran diferencia entre ser un santo que lucha con el pecado y ser un pecador que intenta ser santo.



Anímate hoy: ¡eres un santo amado de Dios! Puede que no te sientas como tal, pero tu identidad no cambia, arraigada en el carácter de Dios hacia ti. Por la fe en Jesús, somos adoptados por Dios y somos parte de Su familia.



Pasa un tiempo en oración, pidiendo a Dios que renueve y refresque tu corazón con esta buena noticia. Es fácil desanimarse por los errores y los fracasos. Ciertamente debemos lamentarnos y confesar nuestro pecado. Pero también debemos regocijarnos en nuestra nueva identidad. Ve al Señor ahora, libre, expectante, valiente y lleno de esperanza. Él te ve como Su hijo y puedes llevarle todas tus esperanzas, temores y fracasos.



¿Por qué nuestra identidad en Dios es algo en que regocijarse?


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Acerca de este Plan

In All Things

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Nos gustaría agradecer a WaterBrook Multnomah por proveer este Plan. Para más información, por favor visita: https://waterbrookmultnomah.com/books/561570/in-all-things-by-melissa-b-kruger/

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