Una Navidad desde el pesebreMuestra

Seguro que has llegado reventado a casa más de una vez, sin fuerzas para nada más que tumbarte en la cama y dormir.

Pues imagínate a María y José, tras ir desde Galilea a Belén, en una época en la cual el transporte tal y como lo conocemos hoy no se había inventado aún. Y a eso súmale un extra: el embarazo de María.

Menos mal que podían descansar al llegar en... ¿un pesebre?

Déjame recordarte el versículo 7 de Lucas 2:

“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”.

El mesón estaba completo.

No sé si lo habrás pensado alguna vez, pero, ¿cómo recibirías a un rey? Yo trataría de que esté lo más cómodo posible, proveerle comida rica, que la casa huela bien… y sobre todo ¡que esté todo muy limpio!

Detalles que estoy convencida, no encontraron en el pesebre. El Rey de Reyes no nació en un hospital, ni en un hotel, ni en una casa, ni tan siquiera en un mesón. El único lugar que había para Él fue entre animales. Ni tan siquiera se le hizo un hueco en el mesón.

Y aunque podríamos reflexionar acerca de las condiciones del nacimiento de la promesa de salvación, esta escena también me hace pensar acerca de que nosotros podemos ser en muchas ocasiones el mesón.

Tú y yo somos el mesón siempre que no dejamos espacio para Dios en nuestras vidas. ¿O es que nunca has dicho “tengo tantas tareas que no tengo tiempo”?

Cuando todas las habitaciones del mesón (las áreas de tu vida) están ocupadas… ¿qué lugar le das al Rey de Reyes?

Porque el mesonero les dio a María y a José lo que le sobraba. Indudablemente, durante estas fechas el espíritu navideño nos contagia, pero ¿y el resto del año? ¿Le das al salvador lo que te sobra?

No te pierdas en las ocupaciones festivas sin replantearte si hay sitio en tu mesón.