Cómo ser prójimoMuestra

Siempre vacío, siempre suficiente y a veces loco

La historia de Bobby y Brian de ayer es una locura, ¿verdad? La vulnerabilidad de Bobby le compró un billete en la vida de Brian. El perdón de Brian hizo que Bobby y Phyllis se entusiasmaran por ayudar a otros a encontrar la sanación que ellos han experimentado. Dios quiere que todas nuestras historias sean locamente buenas. Prueba: la Biblia está llena de historias locamente buenas. Hebreos 13 dice que debemos ser hospitalarios con los extranjeros porque podrían ser ángeles. No es una parábola ni un poema. Es un recordatorio locamente práctico para demostrar bondad a las personas que no son como nosotros. Actualmente se titularía: 3 Razones para amar a tu prójimo como a ti mismo … ¡No Creerás la No.3!

Otra loca historia: Elías, profeta de Dios, se presentó a la viuda de Sarepta como un extranjero suplicante, sin hogar. Él se había estado alimentando de los cuervos y de agua de los arroyos. Cuando se encontraron, la viuda recogía unos leños para cocinar la última comida que tenía para su hijo hambriento. Ambos estaban solos y vacíos. Elías, vulnerable, le pidió a la mujer agua y pan. Después de admitir que no tenía suficiente, ella le dio de comer. Ahí, se vuelve una locura. La Escritura dice que después de eso, siempre hubo suficiente harina y aceite de oliva en los recipientes. ¿Y si Elías no hubiese pedido ayuda a una pobre viuda? ¿Y si la mujer no hubiera ayudado a Elías? Ambas situaciones tendrían el mismo resultado: ella se habría alejado y cocinado la última comida para su hijo.

¿Qué te parece nuestra historia del buen prójimo loco? El judío al que el samaritano cruzó la calle para ayudar habría considerado detestable la raza del samaritano. El racismo y otros pecados nacidos del orgullo, como el sexismo, el edadismo y el clasismo, son a menudo los mayores obstáculos para amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Pero los -ismos no son la única forma de orgullo. Santiago 4:6 afirma que Dios mismo resistirá a los soberbios.Tal vez la oposición que enfrentamos cuando pensamos que estamos haciendo el bien no siempre es del enemigo. ¿Y si ayudar a otros sin humildad no sólo perjudica a nuestro prójimo, sino a nosotros también?

Es muy duro aceptar nuestro orgullo. Podríamos ofrecerle a la gente ayuda, comidas, dinero, incluso oraciones, pero nunca pedirle ayuda para nosotros mismos. Podríamos entregar regalos de Navidad a una familia con problemas económicos sin pensar cómo se siente el padre que no pudo comprarlos él mismo. La mayoría de nosotros le hemos dado gracias a Dios por nuestra casa, nuestra salud, o por nuestra familia temerosa de Dios, sin darnos cuenta de la parte no dicha de nuestra oración: “Gracias, Padre, por no permitir que naciera siendo un niño sin hogar, positivo de VIH que podría nunca oir Tu Evangelio". Ouch. No es fácil leer o escribir esas palabras.

Entonces, ¿qué? ¿No debemos ayudar a la gente? Pero, ¿qué pasa con esos ángeles? ¿No debemos agradecerle a Dios nuestras bendiciones? Claro. Sin embargo, seremos como la viuda de Sarepta y como el profeta Elías, quienes se dieron cuenta de su vacío, e igualmente se ayudaron el uno al otro. No dejaremos que el orgullo o el temor nos impidan pedir o dar ayuda. Todos estamos obligados a amarnos unos a otros con humildad porque nuestra única deuda es con Dios, quien nos amó primero. Haremos realidad historias vacías, a veces locas, con la siempre suficiente gracia de Dios.

El paso de hoy: Sé un prójimo y deja que otro sea prójimo para ti. Pide prestado algo a un vecino, pide ayuda a alguien en tu trabajo, o pídele oración. Luego, invita a un vecino (o a un desconocido) a una comida, haz el trabajo de alguien más, u ofrece consuelo espiritual a alguien.

Principio Dos: Todos estamos quebrantados de alguna forma.
La pobreza resulta del quebrantamiento. Ya sea que carezcamos de recursos materiales, relaciones significativas, propósito, o esperanza en Cristo, todos hemos experimentado pobreza en alguna forma. A medida que ayudamos a otros con la esperanza de reparar el quebrantamiento, entendemos que aportamos nuestro propio quebrantamiento a la mezcla. Cuando hacemos esto, de todo corazón evitamos lenguajes y comportamientos de "nosotros y ellos".